Buscar y ofrecer alimentos que sean nutritivos, en las cantidades adecuadas y que provengan de entornos que también sean inclinados hacia la salud y el cuidado del medio ambiente es enseñarles a pensar en ellos y a cuidar lo que tienen. Y ese es justamente el truco: enseñarles. Enseñarles a elegir lo más nutritivo no es necesariamente ir a buscar en las góndolas de los supermercados o gastarse una fortuna (que la mayoría no tiene) en comidas totalmente orgánicas. A estas alturas quizás ya no hay alimentos inocuos en ningún lado del planeta y lo importante es aprender a elegir bien y a consumir moderadamente.
Algunas de las premisas importantes para no perder de vista el enfoque de cuidar cantidades y balancear alimentos: lo natural es siempre mejor que lo artificial o procesado; no se trata de limitarse, sino de ser inclusivos con lo que podamos: ser moderados con las cantidades. Comparto ideas para involucrarnos en familia con este propósito de amarnos, nutrirnos y cuidarnos.
Hacer un menú semanal de comidas para toda la familia que incluya no solo los tres tiempos fuertes, sino también refrigerios para casa, el colegio y el trabajo.
Incorporar en la rutina y agenda semanal el día de compras para esa lista y buscar las mejores opciones entre calidad y precios que se ajusten a nuestro presupuesto. Lo que no necesitamos o no podemos pagarlo, no lo compremos.
Preferir mercados locales y pequeños productores para el caso de verduras y frutas, porque estas siempre están a precios más accesibles en comparación con las grandes cadenas de supermercados, y fortalecemos a los pequeños productores.
Apegarse al menú y evitar en la medida de lo posible comprar comida fuera de casa. Eso eleva los costos y perjudica la salud. No se trata de ir contra la corriente, sino en convertir esa alternativa en la excepción, no en la regla.