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Como barro en manos del alfarero

By Noviembre 05, 2021

San Agustín dice: “Dios da forma a nuestras vidas con amor”. El profeta Isaías al expresar que somos barro en manos del alfarero, dice: “Yo soy la arcilla, tú el alfarero, somos todos obra de tus manos” (Is 64,8).

Al buscar el significado de las palabras del profeta encontramos que un alfarero es una persona que toma la arcilla y la convierte en cerámica. La arcilla húmeda se convierte en un torno cuando el alfarero la moldea en lo que quiera. Una vez terminada, la creación del alfarero se cuece en un horno, lo que endurece la arcilla.

En la analogía, como explica Fray Enrique Arenas, rector de la Universidad Agustiniana de Roma. Dios es el alfarero y nosotros somos barro en manos del alfarero. En esto se especializa Dios. En hacer todas nuevas las cosas de acuerdo con su amor.

Dios, el alfarero, estudia la arcilla y descubre sus virtudes y defectos. Con cuidado modela los detalles de cada ser humano y lo introduce en el horno de la plegaria. Si no lo introduce en el horno, si no lo introduce en la oración, nunca tomará resistencia.

El Papa Francisco, durante una homilía en el 2019 decía: “El estilo cristiano es el de las Bienaventuranzas: mansedumbre, humildad, paciencia ante los sufrimientos, amor por la justicia, capacidad de soportar las persecuciones, no juzgar a los demás… Y ese es el espíritu cristiano, el estilo cristiano. Si tú quieres saber cómo es el estilo cristiano, para no caer en este estilo acusatorio, en el estilo mundano y en el estilo egoísta, lee las Bienaventuranzas. Y éste es nuestro estilo, las Bienaventuranzas son los odres nuevos, son el camino para llegar. Para ser un buen cristiano se debe tener la capacidad de rezar el Credo con el corazón, pero también de rezar el Padrenuestro con el corazón”.

De ahí en adelante todo es nuevo, porque Dios lo hace nuevo. Cuando venimos a Cristo él nos moldea y nos da la forma que sabe es la perfecta para cada uno, pero para trabajar en el barro es necesario ponerlo en la rueda, esa rueda se va moviendo mientras el alfafrero va dando la forma, parece fácil, pero no lo es… cuántas veces Dios ha tenido que volvernos a la rueda porque el trabajo que ha hecho en nosotros lo echamos a perder, cuántas veces nos ha tenido que formar en otra vasija por quebraduras o piedritas que hace falta sacar de esta mezcla de barro del que estamos hechos.

Dios todo lo hizo por amor, somos arcilla entre sus manos, como el alfarero que nos asiste, nos alisa y nos marca con sus herramientas que aprietan y cortan y liman - ¡eso es bien difícil! - Pero él lo hace por amor. Somos la obra de las manos de Dios a través de su Palabra: Ciertamente, es viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb 4,12).

Será que estamos dispuestos a poner nuestras vidas en manos de Cristo. Él labra contigo lo mismo que hace el alfarero con el barro, es todo un proceso de echarle agua, darle forma con las manos, ponerlo en un horno caliente, cepillado, pintura y por último el horno más caliente y todo esto con el único objetivo de que el barro sea útil y duradero.

Recuerda: tu vida interior te da la fuerza que necesitas para convertir tu existencia en una vasija útil, grata a los ojos del alfarero y grata a los ojos de los que la utilizan.

Estamos llamados a que a través de nosotros se haga el bien, se viva en la verdad y se trasmita el amor. No nos desanimemos: pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día (2 Corintios 4,16).

El primer paso si realmente queremos que Dios nos moldee en la clase de persona que Él quiere es dedicar tiempo a la escucha de su Palabra, a la caridad y a la vivencia de los sacramentos, de modo que nos hagamos flexibles y moldeables.

El siguiente paso es que la pieza de barro esté siempre bien centrada en la rueda. La razón de esto es que si un pedazo de barro no está bien centrado se desgarrará finalmente antes de que el alfarero puede terminar el proceso. Del mismo modo tenemos que ser correctamente centrados en Jesucristo para que Dios comience a moldear y formarnos.

Así como la pieza de barro tiene que confiar plenamente en el alfarero, de la misma manera tenemos que confiar plenamente en el Señor para transformar nuestras vidas. El barro está totalmente bajo su control. Tiene que ser el cien por ciento cedido a él. El barro del que estamos hechos debe ceder el paso a la mano del alfarero.

Cuando estamos en las manos del alfarero, sintiendo sus presiones, sintiendo el moldeado de sus dedos, podemos relajarnos y confiar, porque sabemos que este alfarero ha sufrido con nosotros y sabe cómo nos sentimos, pero está decidido a hacernos en un vaso útil y dispuestos a hacer toda buena obra. 

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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