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¿Dónde encontrar a Dios?

By Agosto 20, 2021

Muchas veces pasamos la vida esperando una señal sobrenatural que nos indique el camino o las decisiones que debemos tomar, sin embargo para encontrar a Dios hay que dejar el orgullo y reconocer la necesidad de Él en nuestra vida. Es bueno arrodillarse, alzar las manos y decir como la Virgen: “Aquí estoy”, haz de mi lo que quieras. 

Dios se encuentra sirviendo al prójimo, en la familia y hasta en medio de los quehaceres cotidianos, sin embargo hay personas que lo sienten lejano y hasta perdido, ¿dónde encontrar a Dios?, se preguntan a menudo.

Dios sale a nuestro encuentro diariamente, pero como vivimos tan de prisa y metidos en el ruido y las ocupaciones corremos el riesgo de no reconocerlo.

Se sabe de muchos santos -San Juan de la Cruz, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Calcuta y San Alfonso María de Ligorio-, que pasaron tiempo viviendo en aridez espiritual y no por eso negaron la presencia de Dios, al contrario, incrementaron su vida de oración porque reconocieron el desierto por el que transitaban.

Cuántas veces nos da pereza ir a misa y solo nos quedamos en el sillón de la casa viendo televisión o simplemente vamos por cumplir.

Cuántas veces hemos rezado sintiendo una profunda sequedad por dentro. Justo esto es el milagro: hacerlo por amor -como un acto de la voluntad- y no por un mero sentimiento.

Podemos comenzar a encontrar a Dios simplemente comunicándonos con él. Quizá la clave para encontrar a Dios está en tomar el primer paso: la decisión de buscarlo con nuestros corazones, nuestras mentes y quizá incluso con nuestras palabras en la oración.

La persona que quiere estar siempre con Cristo debe tener un corazón de amigo para todas las personas. Si Dios se ha hecho mi amigo y se ha quedado en las demás personas ¿Cómo no voy a amar yo a los que me rodean?

Esto no es posible sin tener un corazón abierto al amor, humilde, atento a los demás y despegado de todo y de uno mismo. La amistad plena es imposible sin la total pobreza de corazón.

 

En el trabajo

 

Las amistades que tienes, las relaciones que estableces, los logros obtenidos, la calidad y plenitud de conciencia con la que realizas tu trabajo, son situaciones donde puedes encontrar la santidad.

Además de esto, el dinero que ganas para el sustento familiar y la estima que se tiene de ti como contribuyente para la marcha del mundo, ayudar a la construcción del Reino, o bien, ser un impedimento para el mismo.

Día con día “nos cambiamos y presentamos” a trabajar donde encontramos más oportunidades para aprender acerca de nosotros mismos y así contribuir con nuestros dones a un mundo mejor.

 

En las relaciones difíciles

 

Es fácil amar a otra persona cuando todo va bien. Sin embargo, cuando hay sentimientos heridos, desconfianza, choques continuos, no sentimos que nuestras relaciones provengan de Dios. Precisamente en esos momentos es cuando experimentamos la acción de Dios en nuestra vida, acción que nos conduce a la sanación, la confianza y cooperación mutua. Pueden ser oportunidades para que corrijamos algunos comportamientos y ejercitemos algunas virtudes.

 

En nuestras fallas

 

Todos queremos ser héroes. Siempre queremos ser los campeones. Aun así, es un hecho que algunos fallaremos seriamente en nuestra vida. Sin embargo, cuando rebasamos nuestros límites, o incluso, cuando pecamos, nos volvemos a Dios para que nos acepte, tenga misericordia, y nos fortalezca para enmendarnos y no volver a pecar. Al momento de volver a Dios y al abrirnos a su gracia y perdón, nos convertimos en mejores personas.

 

En soledad

 

“Nuestro corazón no descansará hasta llegar a ti”. En lugar de que intentes llenar tu vacío interior con entretenimiento sin sentido o complaciendo tus anhelos, siéntate, toma tiempo y encuentra a Dios en ese vacío. Dicha tarea requiere de paciencia, coraje, y humildad, pero aun así, escucharás esa “vocecita” de Dios, que, aun en medio de tu vacío responde a tu soledad con el único amor que satisface plenamente.

 

En el placer

 

Mucha gente piensa que si se la está pasando bien, por lo menos algo, aunque sea pequeño, debe estar mal. No olvidemos que Dios nos da el mundo para gozarlo y vivir en él. Recordemos a san Ireneo: “La gloria de Dios es un ser humano plenamente vivo”. Por lo tanto, el placer es una experiencia de Dios, sea en el disfrute de la naturaleza, en el juego, en amarnos unos a otros, a través de la belleza, o en la sobrecogedora convicción de ser amados por Dios.

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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