El perdón es la manifestación más alta del amor y, en consecuencia, es lo que más transforma el corazón humano. Por eso, cada vez que perdonamos se opera en nosotros una conversión interior, un verdadero cambio al grado que San Juan Crisóstomo llega a decir que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón”.
Si los resentimientos son los principales enemigos para las buenas relaciones con los demás, el perdón permite recobrar el tesoro de la amistad o recuperar el amor que parecía perdido. ¡Qué doloroso resulta perder a un amigo, por la sencilla razón de que no se cuenta con la capacidad para perdonar alguna ofensa! Y qué frecuente es que el amor entre dos personas decaiga porque cada uno va acumulando, llevando cuentas de las ofensas recibidas, en lugar de pasarlas por alto y perdonarlas. El perdón mantiene vivo el amor, lo renueva, y evita la pérdida de la amistad que es uno de los dones más valiosos en esta vida.
Perdonar con libertad
El acto de perdonar es un asunto libre. El superar las ofensas es una tarea importante, porque el odio y la venganza envenenan la vida. Los resentimientos hacen que las heridas se infecten en nuestro interior y ejerzan su influjo pesado y devastador, creando una especie de malestar y de insatisfacción generales.
En consecuencia, uno no se siente a gusto en su propia piel. Pero si no se encuentra a gusto consigo mismo, entonces no se encuentra a gusto en ningún lugar. Los recuerdos amargos pueden encender siempre de nuevo la cólera y la tristeza que pueden llevar a depresiones. Un refrán chino dice: “El que busca venganza debe cavar dos fosas”.
Las heridas no curadas pueden reducir enormemente nuestra libertad. Pueden dar origen a reacciones desproporcionadas y violentas, que nos sorprendan a nosotros mismos. Una persona herida, hiere a los demás. Y, como muchas veces oculta su corazón detrás de una coraza, puede parecer dura, inaccesible e intratable. En realidad, no es así. Sólo necesita defenderse. Parece dura, pero es insegura; está atormentada por malas experiencias.
Hace falta descubrir las llagas para poder limpiarlas y curarlas. Poner orden en el propio interior, puede ser un paso para hacer posible el perdón. Pero este paso es sumamente difícil y, en ocasiones, no conseguimos darlo. Podemos renunciar a la venganza, pero no al dolor. Aquí se ve claramente que el perdón, aunque está estrechamente unido a vivencias afectivas, no es solo un sentimiento. Perdonar significa renunciar a la venganza y al odio. Existen, por otro lado, personas que no se sienten nunca heridas.
Si no perdono al otro, de alguna manera le quito el espacio para vivir y desarrollarse sanamente. Éste se aleja, en consecuencia, cada vez más de su ideal y de su autorrealización. En otras palabras, le mato, en sentido espiritual. Se puede matar, realmente, a una persona con palabras injustas y duras, con pensamientos malos o, sencillamente, negándole el perdón.
Infórmese primero con una suscripción digital. Conozca nuestros cómodos planes, es muy fácil, ingrese en este enlace.