Con los brazos abiertos saludó, bendijo, recogió regalos y besó bebés. En el escenario, donde destacaba un enorme globo en forma de globo terráqueo, le recibió un grupo de niños de entre 7 y 10 años: Pamela, de Siria; Seraphim, de Ucrania; Alessio, de Benín; Alejandro, de Guatemala; Tomas, de Australia. Una pequeña representación de los muchos niños que “sufren las catástrofes climáticas, la guerra y la pobreza”, dijo Francisco: “¡No nos olvidemos de ellos!”.
“Siempre estoy feliz cuando me encuentro con ustedes, porque cada vez me enseñan algo nuevo. Por ejemplo, me recuerdan lo hermosa que es la vida en su sencillez, ¡también me enseñan lo hermoso que es estar juntos!”, comenzó Francisco.
La urgencia de la paz y la “crueldad” de la guerra, que tiene su expresión más dramática precisamente en la matanza de niños, fueron el hilo conductor de su breve discurso y también de la mayoría de las respuestas posteriores, totalmente improvisadas, a las preguntas de una decena de pequeños visitantes.
Un ir y venir entre la actualidad y temas más personales, como sus costumbres (“¿Qué sueño por la noche? ¡Pero no sé lo que sueño, porque duermo!”) o sus vínculos (“Mis amigos son las personas que viven conmigo en casa; luego tengo muchos amigos fuera, en algunas parroquias, incluso algunos cardenales también son amigos...”). Tengo la gracia de tener amigos, es una gracia de Dios porque la persona que no tiene amigos es una persona triste”).
Orar por las víctimas de la guerra
En cada respuesta, el Pontífice implicó también a los niños presentes haciéndoles repetir algunas frases, para grabarlas mejor en sus mentes. También hizo participar a todos en el Padre Nuestro, seguido de un minuto de silencio por las víctimas de los conflictos. Era la respuesta a la pregunta planteada antes por Atrànik, un niño sirio: “¿Por qué matan a los niños en la guerra?”
“He visto en los partes de guerra, en las noticias, cuántos niños han muerto. Son inocentes, y esto demuestra la maldad de la guerra. Porque si sólo mataran soldados, sería otra cosa; pero matan a inocentes, matan a niños. ¿Por qué matan niños, en la guerra? Y ésa es una crueldad”, dijo el Papa.
La paz es necesaria, de hecho urgente. Pero “¿cómo hacer la paz?” preguntó Iván, un niño ucraniano de 9 años. No hay “ningún método” para construirla, dijo el Papa. “Es más fácil decir cómo hacer la guerra, con odio, con venganza, para herir al otro y esto viene del instinto”. La paz, sin embargo, se consigue con “un gesto”.
“La paz se hace con la mano tendida, con la mano de la amistad tendida, tratando siempre de implicar a otras personas para ir juntos. La mano tendida... saludando a los amigos, recibiendo a todos en casa. La paz se hace con el corazón y con la mano tendida”.
No destruir la Tierra
Y fue precisamente un apretón de manos entre todos los presentes para formar una cadena humana, al ritmo de la famosa canción We are the world, el momento final -y también uno de los más evocadores- del encuentro, mientras desde el escenario se alzaban globos terráqueos para simbolizar la Tierra que todos, empezando por los más pequeños, debemos cuidar. “Destruir la Tierra es destruirnos a nosotros”, dijo el Papa Francisco a Isadora de Brasil: “Si destruyes la Tierra, te destruyes a ti mismo. Digámoslo todos juntos, despacio, sin gritar: destruir la Tierra es destruirnos... Porque la Tierra nos da todo para vivir: te da oxígeno, te da agua, te da hierbas, te ayuda tanto a vivir. Si destruimos la Tierra, nos destruimos a nosotros”.
Rodeado de carteles blancos con las palabras Paz en varios idiomas, el Papa firmó a continuación gorras blancas y acogió los regalos que le entregaron en cestas de madera: peluches, muñecas, juegos, dibujos.