Los cristianos tenían claro que las leyes del Imperio no reflejaban en absoluto los valores que Cristo había propuesto. El “nuevo” modo de vivir que Cristo introdujo en el mundo, contrastaba abiertamente con no pocos puntos del derecho romano.
A finales del siglo IV, el cristianismo adquirió en el imperio romano, el estatuto de religión oficial, a tal punto que leyes propiamente cristianas, llegaron a ser poco a poco, leyes civiles como ha quedado reflejado en las leyes que regían la familia y en el ordenamiento del calendario civil que refleja del todo el calendario religioso. Había terminado la época de las persecuciones, pero no el tiempo de posibles conflictos entre cristianismo y sociedad. Y esta situación, no se fue dando sólo en las sociedades de algún modo ya “evangelizadas”, sino también entre los pueblos y grupos a los que el Evangelio era anunciado. La razón del contraste se daba y sigue dándose, a causa de la justa pretensión del cristianismo, de ser una religión de carácter universal (católico), afirmando que sus propuestas y exigencias morales, corresponden a lógicas consecuencias de la ley natural, común pues, para todos los pueblos y considerada, además, como participación y reflejo de la ley eterna de Dios. De ahí pasando a la fundamental afirmación de que todos somos hijos e hijas de Dios, gozando todos de la misma dignidad, por lo cual el ser humano no es “disponible”, porque creado por Dios y para Dios… En la cultura actual, se ha ido difundiendo la deshumana mentalidad según la cual, en abierta oposición la Ley Natural y Divina, cabe disponer del ser humano, como acontece en el horrible delito del aborto y de la eutanasia y además estableciendo leyes en abierto contraste con la ley natural, como es el caso del pretendido matrimonio entre personas del mismo sexo, y ampliando la noción de familia a lo que, naturalmente, familia no es.
Es del todo evidente entonces que el enfrentamiento entre la doctrina cristiana y la pretensión de imponer leyes que abiertamente contradicen la ley natural que es ley divina, es inevitable y frontal… La nuestra es una época de abierta “persecución” ideológica. A los cristianos y a sus propuestas se les reduce de mucho el espacio en la sociedad.
En tales desafiantes circunstancias se nos impone el tener bien presente lo que Cristo dijo y dice a sus discípulos de todos los tiempos: “les envío como ovejas entre lobos” (Mt 10,16). “Como me han perseguido a mí, también los perseguirán a ustedes, pero no teman: yo he vencido el mundo y las fuerzas del mal no prevalecerán” (Jn 15,18; Mt 16,18).
Jesús sigue estando entre nosotros y nos sostiene en la inevitable y necesaria lucha para que sigamos firmes en nuestras convicciones y podamos dar un claro testimonio de su verdad en cualquier circunstancia y tiempo, siendo “sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5,13-16).