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Tus dudas: ¿Se puede creer en Dios sin pertenecer a una religión?

By Mons. Vittorino Girardi S. Septiembre 10, 2023

“Tengo una compañera que en varias ocasiones me ha comentado que ella cree en Dios, que le pide perdón cuando ha fallado en algo y que pide su ayuda y su protección para ella misma y su familia. Me dice que ha llegado a esa conclusión después de haber visto que también en Costa Rica hay varias religiones, varias sectas, que se dicen cristianas y que todos sus jefes o responsables buscan sus intereses, sobre todo de tipo económico. Es por eso que ella prefiere no pertenecer a ninguna religión, pero sin renunciar jamás de pedir a Dios y a ser justa con el prójimo. Algo le comento a esa amiga mía y le animo a que pida luz al Señor para encontrar el camino correcto, sin embargo, Monseñor, me será de mucha utilidad  lo que usted me quiera decir y se lo agradezco de corazón”.

Grettel Martínez V. - San José

 

Estimada Grettel, leyendo su correo, afloró a mi mente aquella antigua afirmación: “no pocos errores se mantienen y se difunden por la parte de verdad que poseen”. Es lo que, una vez más, constatamos en lo que afirma y repite, su compañera. En efecto, en cualquier circunstancia y, entonces, en cualquier religión a la que uno pertenezca, lo que más cuenta, lo realmente determinante es la responsabilidad personal. Quiero evidenciar, que no es la pertenencia a tal o cual religión lo que nos asegura la salvación, sino cómo, cada cual de nosotros da respuesta a esa voz que resuena -como lo afirma el Concilio Vaticano II- en lo profundo de nuestra conciencia y que es la voz de Dios que nos repite, haz esto y evita aquello (cfr. Gaudium et Spes 16).

Concretamente: no es suficiente pertenecer a la religión cristiana católica, para asegurarnos la salvación.

Sin embargo, un vez afirmado esto, hay que tener bien presente que es precisamente, la voz de la propia conciencia la que nos impulsa a buscar la verdad (para eso, el Señor nos ha dado la inteligencia), y así, poder descubrir la verdadera religión en que se nos aseguran los medios más aptos para conocer a Dios y su santa voluntad, para que así podamos libremente adherirnos a Él, con gratitud, confianza y esperanza.

Pretender prescindir de la religión, confiando alguien sólo en sí mismo, manifiesta una peligrosa autosuficiencia, y es peligrosa porque se alimenta del orgullo que nos puede llevar al menosprecio de los medios que Dios, en su bondad, nos ha dado para que conozcamos la verdad. En nuestro caso de católicos, el medio imprescindible es la Sagrada Escritura y cómo ésta ha sido transmitida e interpretada por la Iglesia. Además, estamos llamados a agradecer la ayuda, siempre necesaria, que se nos ofrece en los Sacramentos, así como en los ejercicios de piedad (oraciones varias, el santo Rosario, adoración Eucarística, etc.), para así vivir en coherencia con la verdad conocida y aceptada. Lo expresa con toda claridad el apóstol Santiago en su carta: “La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a la viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo” (St 1, 26-27).

Además, estimada Grettel, el querer prescindir de todo tipo de religión, implica caer en un evidente error y, a la vez, en algo que de hecho es imposible.

Implica, primero, caer en el error de negar o no reconocer en la práctica, la naturaleza social del ser humano. Todo lo que somos, conocemos y hacemos, lo vamos recibiendo en una comunidad y por una comunidad: Primero, la comunidad fundamental, que es la familia, luego el grupo al que nuestra familia pertenece, que a su vez se integra en grupos más amplios. Nadie puede prescindir de sentirse en relación con los demás, en un constante intercambio de recibir y de dar.

De ahí que, pretender tener una relación con Dios, por ejemplo, la de la oración, o la de pedir perdón, etc., siempre cabe hacerlo en dependencia de la imagen de Dios que otros (familia, comunidad, grupo…) nos han transmitido, es por eso, que en toda expresión con la que alguien se relaciona con Dios, no puede evitar el uso de lenguaje, expresiones culturales que le derivan de una particular comunidad. Digámoslo con fuerza y convicción: ¡Nadie es una isla, ni puede decidir no serlo! La vida humana con todas sus manifestaciones, siempre se construye en una haz de relaciones, en una cadena de interdependencias.

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