“Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan, y cuando, por mi causa, os acusen en falso de toda clase males. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”. (Mt. 5, 11-12)
Este texto del Evangelio resume elocuentemente la realidad de muchos hermanos, que son testimonio vivo de Jesucristo, la Verdad encarnada. Quisiera referirme puntualmente a la experiencia de diálogo con Monseñor Silvio Báez Ortega (Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Nicaragua), y a su testimonio, que considero asombroso.
En mis primeros años de formación como seminarista, conocí la impactante historia de este joven obispo del hermano país, que arriesgaba la vida para defender a su gente de la injusticia. Me llamaba la atención la incomodidad del gobierno, reproduciendo la misma historia de represión, agresión, soborno, fraude, asesinato repetida tantas veces e inclusive experimentada con sus matices distintos por Jesús, nuestro Señor.