La figura de sor Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein (1891-1942); es la vida de una persona que se ha dejado envolver por el amor apasionado de Dios, por el misterio de su cruz, pero sobre todo por la constante búsqueda de la Verdad en su vida, el mundo y la Iglesia.

Quisiera señalar aquí -brevemente- algunos aspectos que resaltan en la vida de esta mujer desde su experiencia como judía, estudiante, filosofa, católica, religiosa carmelita y mártir.

En los primeros años de vida de la señorita Stein, y con sus estudios, florecerá en ella la búsqueda de la verdad; verdad que ira paulatinamente configurándose, pero que es aquella que da sentido y razón de ser a la vida del hombre, y del misterio de este. Aunque se especializa en el estudio de la filosofía, toda ella es filósofa, por su amor a la sabiduría, y por su constante búsqueda.

Sus estudios filosóficos la llevan a sentirse atraída por la fenomenología de E. Husserl que estaba “floreciendo”, esta rama es muy extensa para lograr definirla y comprenderla, pero etimológicamente es el estudio del fenómeno: cómo los hechos se presentan a la conciencia y cómo el individuo se propone interpretarlos. El padre Camilo Maccisse en la presentación de las Obras Completas de Edith Stein señala que “quien quiera comprender la evolución personal y doctrinal de Edith Stein necesariamente tiene que poner los ojos en estos años”, los años de estudio en Gotinga donde enseña Husserl, que Edith tomará a partir de 1913.

Este humanismo “steiniano” no se quedará solo en la teoría, sino que, marcada por la experiencia de la I Guerra Mundial, Edith se involucrará como asistente de enfermera de la Cruz Roja en un hospital austriaco, lo que marcará su vida, en la caridad y la entrega por los demás, encontrará aquí luz también para lo que quiere de su vida.

Edith es bautizada el 1 de enero de 1922, tras un camino de fe y conversión, que la llevará a ingresar el 14 de octubre de 1933 al Carmelo de Colonia, como monja de clausura.

Si ya sus estudios la han llevado a interiorizar en el misterio del hombre, ahora con la luz de la fe, ve en la figura de Jesús la mejor -y única- respuesta a este misterio. Teresa Benedicta es una mujer de oración, cosa que no inicia con el ingreso al convento, sino que ya desde antes había echado raíces en su vida, y esta vida contemplativa la llevara a profundizar más aún el misterio de la Cruz, “quién quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la cruz”, escribe en una meditación del 14 de septiembre de 1940.