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María permanece al pie de la cruz

By Luis Eduardo Saborío Alpízar, Seminarista, Diócesis de Alajuela Octubre 14, 2022

Cada vez que contemplamos el pasaje de la crucifixión ciertamente lo primero que puede venir a nuestra mente es una realidad que no es ajena a nadie: el dolor. Sin embargo, reconocer que a través de esa experiencia de muerte se abre una realidad de plenitud, de resurrección, es descubrir que en nuestras vidas también estamos llamados a mirar nuestro caminar, tantas veces marcado por situaciones de dolor, sufrimiento y enfermedad, como historia de salvación llevada a plenitud a través de una cruz.

Pero continuando con esta escena, hay un detalle que no se puede dejar pasar de lejos, según el Evangelio de Juan, al pie de la cruz habían algunas personas, pero centraremos la atención en una mujer que se ha convertido en testimonio de fe y de esperanza para muchos, motivo de devoción y admiración para generaciones: María (cfr. Jn 19, 25).

La cercanía de una madre es motivo siempre de seguridad para un hijo, muestra esa ternura y cariño que tantas veces lleva a un consuelo y paz que solamente una mamá puede dar físicamente. La presencia de María al pie de la cruz no pasa inadvertida en el Evangelio de Juan, sino que inclusive lleva a un diálogo de entrega: Jesús, en medio de su agonía, conoce la importancia de una madre para el cristiano. El discípulo amado en quien tantos, a través de los siglos, nos hemos sentido identificados como Iglesia, decide recibir a María dentro de sus tesoros. Aun hoy, María significa para nuestros pueblos y para la vida de cada uno, un tesoro que invita siempre a mirar a Jesús y descubrir en la cruz un nuevo significado del sufrimiento y una experiencia de eternidad.

Los relatos evangélicos son muy claros en su narración sobre el papel de María a lo largo de la vida de Jesús, desde el gozo vivido al pie del pesebre contemplando al Dios hecho niño, como su intercesión y preocupación en las bodas de Caná, sin embargo, estos momentos de alegría y júbilo se ven marcados también por momentos de preocupación e intranquilidad como la huida a Egipto y como lo vemos, en la cruz.

Aquella mujer que fue capaz de decir “sí” ante el anuncio del ángel, es ahora capaz de asentir al pie de la cruz, confiando cada vez más en la voluntad de Dios que guía con amor la historia de la salvación.

Estos relatos nos deben llenar de esperanza, ya que, en el discípulo amado cada uno de nosotros es también sujeto de ese amor de madre que se nos concede como don de entrega y misericordia. Este año al celebrar a nuestra Madre bajo el título de Reina de los Ángeles, no nos olvidemos de esta escena, María camina y acompaña, permanece al pie de la cruz para mostrarnos que nosotros estamos invitados también a asumir nuestra cruz con confianza en que el Señor realiza obras grandes en cada uno de nosotros.

Como mencionó San Juan Pablo II: “Así, de un modo nuevo, ha legado a propia Madre al hombre: al hombre a quien ha transmitido el Evangelio… La maternidad espiritual no conoce límites”.

 

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