¿Habrá alguien que todavía no crea que la familia es el lugar en el que aprendemos las cosas más significativas de la vida? Pues bien, la fe no es un “apéndice” en la vida familiar, antes bien, es el fundamento de comunión y de unidad más sólido e inalterable. Estos tiempos evidencian la necesidad de superar la fe superficial que nos impide mantenernos unidos y enraizados en quien es la “roca firme”.[1]
Y es que, en nuestra condición de creyentes, debemos asimilar este tiempo desde la lógica de la fe que nos ayuda a alimentar las virtudes y actitudes necesarias para superarlo y a mantenernos firmes en la esperanza. Muchas de las supuestas seguridades humanas han caído estrepitosamente y, este momento de prueba, nos permite retomar el sentido de la fe, redescubriendo la fortaleza que solo viene de Dios y hacer de cada hogar cristiano una verdadera “Iglesia doméstica”.
La vida familiar es sagrada, en ella está la mano de Dios actuante y cada espacio de convivencia, cada evento, cada alegría o conflicto que surja debe llevar el sello del amor de Dios que nos confirma que la familia es una bendición. “Ante cada familia se presenta el icono de la familia de Nazaret, con su cotidianeidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas”.[2]
Jesús siempre debe estar presente en nuestra familia y en nuestra vida, por ello, la importancia de orar en familia, de bendecir la mesa, de dar gracias a Dios en todo momento y de vivir cada acontecimiento con la certeza de que tenemos un Padre que nos ama incondicionalmente y no nos deja solos.
Como nos recuerda el Papa Francisco: “La educación de los hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la fe… el hogar debe seguir siendo el lugar donde se enseñe a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo… La fe es don de Dios, recibido en el bautismo, y no es el resultado de una acción humana, pero los padres son instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo…La transmisión de la fe supone que los padres vivan la experiencia real de confiar en Dios, de buscarlo, de necesitarlo…” [3]
Hago un llamado a todas las familias cristianas a fortalecer su fe, particularmente en estos tiempos difíciles. Mi oración con las familias que están pasando momentos de prueba. Les invito a permanecer unidos en la oración, en el discernimiento de la Palabra de Dios para hacer crecer el amor y convertirse, cada vez más, en templo donde habita su Santo Espíritu.
A los sacerdotes y agentes de evangelización, les invito a que con fortaleza sigamos proclamando el Evangelio de la familia, según el plan de Dios, que es fuerza transformadora, para el creyente no hay otro modelo.
[1] Lucas 6,47-48
[2] Papa Francisco, Amoris Laetitia, n.30
[3] Papa Francisco, Amoris Laetitia, nn.287-288