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María, modelo de maternidad

By Mons. José Rafael Quirós Quirós Septiembre 03, 2021

Este domingo 15 de agosto celebramos una de las más grandes fiestas marianas, a saber, la Asunción de la Virgen María. Lo enseñado por Pío XII al ser proclamado este dogma de fe es “que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.[1] María participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo, también de la nuestra.[2]

Como Iglesia, en esta fecha ponemos la mirada en María, señal de espera cierta y de consuelo, para contemplar en ella el cumplimiento de la promesa que anima, categóricamente, nuestra peregrinación: "Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros" (Juan 14,3). Ahora, desde el término de su sendero, María nos invita a mantener firme esta esperanza gozosa, a no dejarnos derrotar por las dificultades de la vida, antes bien, a seguir tomados de la mano de su Hijo ya que sólo El es el "camino, la verdad y la Vida"(Juan 14,6).

Pero María no quiere atraer la atención hacia su persona. Vivió en la tierra con la mirada fija en Jesús, cumpliendo la voluntad del Padre y su anhelo consiste en hacer que nuestras miradas converjan en esa dirección. Quiere promover una mirada de fe y de esperanza en el Salvador. Ella es modelo de una mirada de fe y de esperanza sobre todo cuando, en la tempestad de la pasión de su Hijo, conservó en su corazón una fe total en él y en el Padre.

En efecto, el Evangelio nos recuerda que el camino de María no estaba alfombrado de rosas. Ella, durante su peregrinación terrena, llevó como mujer y madre una vida de preocupaciones, angustias y dolores y, lo que el anciano Simeón le anuncia, concretamente, que una espada le traspasaría el corazón, lo constató al pie de la cruz. Por ello, el llamado que nos hace es al cumplimiento de la voluntad de Dios, con entrega humilde y generosa.

Al hacer coincidir en nuestro calendario esta celebración mariana con el Día de la madre, reconocemos el valor de la maternidad que, además, fue elevado a su grado más alto en María, madre del eterno Verbo-Dios, que se hizo hombre en su seno virginal. Aunque a la mujer se le abran espacios de trabajo profesional en todos los ámbitos de la sociedad nada podrá equipararse nunca con la eminente dignidad que le corresponde por su maternidad, cuando la vive en todas sus dimensiones.

Con pesar constatamos como hoy el significado y trascendencia de la maternidad es objeto de críticas y acciones contestatarias, considerándola una idea retrógrada, un constructo social que impone límites al desarrollo de la personalidad femenina, una restricción de la libertad de la mujer y de su deseo de tener y realizar otras actividades. No es extraño que, entonces, algunas mujeres se sientan motivadas a renunciar a la maternidad para poder dedicarse a "vivir plenamente". Estas son y serán aberraciones que expresan los terribles efectos del hecho de que nuestra sociedad se aleja de los auténticos valores cristianos, capaces de garantizar y de reconstruir también los valores humanos.

Pero, qué hermoso saber que hay tantas mujeres que con alegría y plenamente realizadas como madres, están entregándolo todo por sus hijos, y llevando adelante también su profesión u oficio. Pienso en las jefas de hogar que con su diario esfuerzo y sacrificios ganan el pan para los suyos, su aporte a la sociedad en grande, cuánto necesitamos de un Estado que proteja la maternidad y a estas madres luchadoras.

Deseo a todas las madres que, como María, hacen de su vida un don para los demás, que pasen un hermoso día, y que, como sociedad, valoremos, cada vez más, el don de la maternidad que, sin duda, requiere valentía y determinación. Como hijos e hijas de Dios honremos a nuestras madres y al insustituible papel que desempeñan en nuestras familias, base de la sociedad.

 

 

[1] Pio XII, Munificentissimus Deus, n.44. 1950

[2] Cfr. Catecismo IC, 974

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