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Editorial: ¿Cómo seguir viviendo la pandemia?

By Redacción Octubre 16, 2020

Más de medio año ha pasado desde que nuestro país registró el primer caso de Covid-19. Las duras medidas restrictivas aplanaron la curva de contagios al inicio, sin embargo, la crisis económica causada como efecto colateral de la emergencia empuja ahora a una apertura en el momento más alto de transmisión del virus.

Las consecuencias están a la vista: transmisión comunitaria, saturación de los servicios de salud, aumento de internamientos y de muertes, especialmente de personas adultas mayores y con factores de riesgo.

Para algunos no hay pandemia, mientras que para otros es como si no existiera. El fin de semana largo del 13 de setiembre las playas estuvieron a reventar, muy buena noticia para el comercio local, pésima para los médicos y servidores de la salud.

Los dos frentes presentan graves desafíos, por un lado la salud y por otro la economía. ¿Cómo  proceder?, ¿qué valores seguir en medio de tantas voces, tantos datos y tanto temor?

La Pontificia Academia para la Vida, palpando el sentir de la humanidad en este momento de crisis publicó hace poco un documento muy valioso titulado Humana Communitas, en el que ofrece algunas pistas sobre cómo seguir viviendo la crisis sanitaria, un interrogante que no hace discriminación de país o situación socio-económica.

“La crisis sanitaria que atraviesa actualmente la humanidad nos recuerda nuestra fragilidad” afirmó el Papa Francisco en un encuentro con un grupo de expertos en temas de ecología en el Vaticano. Ciertamente, como humanidad hemos hecho experiencia de nuestra fragilidad en estos meses. La muerte, la enfermedad, el sufrimiento, se presentan como grandes interrogantes que evidencian que no somos invencibles ni todopoderosos.

¿Cómo hacer frente a esta experiencia? Podemos buscar asegurar cada uno de nuestros pasos, evitando hacer cualquier cosa que no me garantice el 100% de seguridad, realizando solamente aquellas cosas que no pongan en peligro mis vulnerabilidades. Sin embargo, sabemos que nunca tendremos esa certeza, y siempre correremos algún riesgo.

Frente a la pandemia, la Pontificia Academia propone llegar “a una renovada apreciación de la realidad existencial del riesgo”, asumiendo la conciencia de nuestra vulnerabilidad a la enfermedad y a la muerte. Y para ello es indispensable diseñar una ética del riesgo, cuyo pilar esencial sea la capacidad y la voluntad de equilibrar principios que podrían competir entre sí: “el primer deber es proteger la vida y la salud. Aunque una situación de riesgo cero sigue siendo una imposibilidad, respetar el distanciamiento físico y frenar, si no detener totalmente, ciertas actividades han producido efectos dramáticos y duraderos en la economía. Habrá que tener en cuenta también el costo de la vida privada y social”.

Puede existir la tentación de creer que se puede salir de esta pandemia cada uno por separado. “Nadie se salva solo”, repite insistentemente Papa Francisco en este tiempo, porque “estamos todos en la misma barca”. Sin embargo, con el transcurrir de la pandemia, hemos comprendido que todos estamos en la misma tormenta, pero no necesariamente todos en la misma barca. Ciertamente hay algunas barcas más frágiles que otras, y muchas veces, quienes están en barcas más fuertes y estables buscan impedir que otros se suban, buscando estar más seguros, disminuir los riesgos, y estar más cómodos en sus robustas barcas. El peligro nos vuelve más competitivos y antagonistas.

Para fortalecer la comunidad internacional, debemos pasar de una actitud de sospecha a la confianza, que es un elemento fundamental de la interacción humana. Solamente sobre los cimientos de la confianza puede la comunidad humana florecer y dar frutos.

Hemos sido testigos que sin una estrategia mundial coordinada no podremos hacer frente a esta pandemia. Ninguna solución definitiva a esta crisis puede estar sustentada en políticas individualistas, intereses particulares, de marginación, o del “sálvese quien pueda”.

En cambio, la respuesta debe ser la solidaridad como principio de una ética social que se expresa en la cooperación internacional.

Nuestra actitud frente a los interrogantes y los desafíos que se nos presentan es la esperanza, que no es una resignación de quien sufre pasivamente los acontecimientos, ni tampoco una nostalgia de un retorno al pasado, anhelando un ayer que ya no existe.

Es tiempo de ser creativos, “de imaginar y poner en práctica un proyecto de convivencia humana que permita un futuro mejor para todos y cada uno”.

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