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Editorial: Los párrocos y la sinodalidad

By Redacción Mayo 15, 2024

Tal y como hemos compartido en esta misma edición, tuvo lugar estos días en Roma un encuentro internacional de párrocos para analizar el tema de la sinodalidad. Representando la Iglesia en nuestro país, participó el Padre Mario Segura Bonilla, secretario adjunto de la Conferencia Episcopal y miembro de la Comisión Nacional del Sínodo.

Párroco además, el Padre Mario comparte sus impresiones en una entrevista, haciendo énfasis en los rasgos de una parroquia sinodal y los obstáculos que estamos llamados a vencer para que resalte este rasgo tan fundamental de la Iglesia, que no es invento del Papa ni una moda, sino realmente parte de su esencia constitutiva desde los orígenes.

Pues bien, como cierre de este encuentro, el Papa Francisco quiso dirigir una carta a los párrocos asistentes, venidos de 99 países y, en ellos, a todos los párrocos del mundo.

En su carta, el pontífice reitera que la Iglesia no podría ir adelante sin el compromiso y servicio de los párrocos, por lo que reitera el agradecimiento por su generoso trabajo.

Destaca el conocimiento que los párrocos tienen del Pueblo de Dios desde dentro, sus fatigas y alegrías, necesidades y riquezas: “Por eso una Iglesia sinodal necesita a sus párrocos; sin ellos nunca podremos aprender a caminar juntos, nunca podremos recorrer ese camino de la sinodalidad, que es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, escribe.

Insiste el Santo Padre: “Nunca llegaremos a ser Iglesia sinodal misionera si las comunidades parroquiales no hacen de la participación de todos los bautizados en la única misión de anunciar el Evangelio el rasgo característico de sus vidas”. “Si las parroquias no son sinodales y misioneras, tampoco lo será la Iglesia”, agrega.

Esta centralidad fue reconocida por los propios padres conciliares durante la Primera Sesión del Sínodo, del año pasado, cuando recordaron que las parroquias, a partir de sus estructuras y de la organización de su vida, están llamadas a concebirse “principalmente al servicio de la misión que los fieles llevan adelante al interno de la sociedad, en la vida familiar y laboral sin concentrarse exclusivamente en las actividades que desarrollan hacia dentro y sobre sus necesidades organizativas”.

Por eso, es necesario que las comunidades parroquiales sean cada vez más lugares desde los cuales los bautizados partan como discípulos misioneros y adonde regresan, llenos de alegría, para compartir las maravillas obradas por el Señor a través de su testimonio.

Se trata de todo un reto y una misión que debe de ser asumida sin demoras ni excusas, superando el status quo que impone la pasiva pastoral de conservación que lamentablemente marca la vida de tantas comunidades parroquiales hoy.

Las vías para conseguirlo están claras: la corresponsabilidad en el trabajo evangelizador, la oración, el discernimiento y el celo apostólico que apunte a la misión como ser y quehacer de toda la Iglesia.

“Aquel que nos ha llamado y consagrado nos invita hoy a ponernos a la escucha de su Espíritu y a movernos en la dirección que Él nos indica. De algo podemos estar seguros: no dejará que nos falte su gracia. A lo largo del camino descubriremos también el modo para liberar nuestro servicio de aquellos aspectos que lo hacen más penoso y redescubrir su núcleo más auténtico: anunciar la Palabra y reunir a la comunidad partiendo el pan”, anima Francisco.

En concreto, resultan fundamentales tres consejos que ofrece el pontífice en su carta: En primer lugar, vivir el carisma ministerial al servicio de los dones multiformes diseminados por el Espíritu Santo en el Pueblo de Dios. En segundo término, aprender y practicar el arte del discernimiento comunitario, valiéndose para esto del método de la “conversación en el Espíritu”, que tanto ha ayudado en el itinerario sinodal de los últimos años.

Y en tercer lugar, el Papa recomienda a los párrocos basar todo en el intercambio y la fraternidad entre el presbiterio y con sus obispos, recordando que no pueden ser buenos padres si antes no son buenos hermanos y buenos hijos.

“Y no seremos capaces de suscitar comunión y participación en las comunidades que nos son confiadas si no las vivimos en primer lugar entre nosotros”, insiste el Papa.

El itinerario está planteado, quiera Dios que todos en la Iglesia, y muy especialmente los párrocos, sean capaces de asumir su identidad como misioneros sinodales, animando el conocimiento y la reflexión alrededor de este tema, pero especialmente haciéndolo palpable en el testimonio de vida y la cotidianidad del trabajo pastoral. Así sea.

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