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El verdadero poder es el servicio

By Redacción Abril 28, 2022

Hace 9 años, el 19 de marzo del año 2013, día de San José esposo de la Virgen, daba inicio el pontificado del Papa Francisco, con una misa solemne en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.

La “custodia” de Jesús que hizo san José desde su papel en la Sagrada Familia fue el eje de la homilía del Santo Padre, ante una multitud presta a escucharlo. Junto a la novedad del pontífice recién electo, una idea insistente: el “servicio humilde, concreto, rico de fe” como guía para el ministerio petrino.

Vino luego la sorpresa de sus gestos, su humildad y cercanía, a la que, a la vuelta de 9 años, nos tiene tan acostumbrados.

Esa actitud de custodia de San José ha significado para Francisco todo un itinerario de trabajo, desde lo más simple hasta lo más complejo, desde el orden y el control de la economía vaticana hasta la lucha frontal contra la plaga de los abusos sexuales en la Iglesia.

Con una pandemia a cuestas, a saldo de millones de fallecidos, y ahora la guerra en Europa con consecuencias devastadoras no solo para Rusia y Ucrania en conflicto, sino para el mundo entero, el Papa Francisco mantiene incólume el principio expresado aquel día de marzo de que el verdadero poder es el servicio.

Y un servicio auténticamente dirigido a los sufren, a los olvidados, a los ancianos, a los confinados, a quienes lo dejan todo atrás, a los migrantes y refugiados, a los enfermos, las mujeres y los encarcelados.

Luego del pontificado del gran Papa Benedicto, el suyo ha sido un camino de renovación para la Iglesia, de replanteamientos, de cuestionamientos, de redireccionamientos, en orden a los valores del Evangelio.

Las periferias existenciales y geográficas han marcado su agenda dentro y fuera de Roma. Basta mirar el perfil de sus viajes apostólicos, dirigidos mayormente a zonas en las que nunca antes, de modo impensable, podría haberse imaginado la presencia de un pontífice, solo por mencionar dos: Irak el año pasado y la República Democrática del Congo, en julio próximo.

Aquel día, precisamente, Francisco comenzó su homilía explicando la labor de custos o custodio de San José como la característica principal de una misión que se “alarga a la Iglesia”, según dijo, citando a San Juan Pablo II. 

Por extensión, los cristianos y la Iglesia tienen que “responder a la llamada de Dios con disponibilidad y prontitud” para “guardar a los demás y salvaguardar la creación”, dijo el Papa, que mencionó en ese momento a san Francisco de Asís, el patrón de la naturaleza y “santo de los pobres” por el que Bergoglio había tomado este nombre para su ministerio petrino.

“La vocación de custodiar no solo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos”, dijo.

La custodia, indicó, también debe dirigirse a “los más frágiles”, la vida en familia, la sinceridad en la amistad, ya que cuando el hombre falla en esta responsabilidad, “gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido”. “En todas las épocas de la historia existen ‘Herodes’ que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer”, agregó el Papa.

Hacia el final, el Papa se refirió a aquellas personas con “puestos de responsabilidad en el ámbito político, económico o social”, a los que también pidió que fueran “custodios de la creación” y “guardianes del otro”.

También desde un punto de vista interior, Francisco llamó a vigilar los sentimientos, a prevenirse contra “el odio, la envidia, la soberbia” que “ensucian la vida”, para seguir con una exhortación a la bondad. “No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”, explicó.

“También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza”, concluyó.

Que este noveno aniversario nos permita volver a estas motivaciones iniciales, claves del servicio del Santo Padre, y a unirnos a él en oración por tantas carencias que tiene el mundo y la humanidad en él, en amplios campos herida, desorientada y necesitada de verdad, esperanza y caridad para salir adelante.

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