
Celebrar la Anunciación del Señor nos permite contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, pero también admirar la entrega libre y total de María. El Papa Francisco nos recuerda que hay un estilo mariano en la vida de fe: “Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52-53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).” [1]
El estilo mariano contrasta de manera significativa con varias formas erróneas de ser Iglesia que a menudo prevalecen en la vida cristiana contemporánea.