Para la Iglesia, de frente a esta verdad objetiva, no hay doctrina, ideología, praxis religiosa, ni ningún replanteamiento de valor ético que no pase por la persona de Cristo y su enseñanza. “La respuesta a la cuestión de la imagen auténtica del hombre cristiano puede concretarse en una frase; más aún, en una palabra: Cristo”. [5]
La antropología cristiana es, pues, fundamento que impregna todos los elementos, factores y circunstancias que constituyen el acto comunicativo en la Iglesia e incide, por entero, en sus manifestaciones ante temas ideológicos, morales y políticos.
La iglesia, y su mensaje sobre el hombre, han estado enraizados en la vida institucional de la sociedad y desempeñan un rol importante en lo cultural, educativo y hasta político, no obstante, los valores cristianos pierden vigencia e incluso los creyentes, sin dejar de serlo, se adhieren a otras visiones antropológicas que rechazan o relativizan lo propuesto por la Iglesia. Mientras la Iglesia afianza la comunicación de las ideas, los conceptos fundamentales (dignidad humana, respeto a la vida, etc.) entrañan sentidos distintos según los ambientes y personas que los reciban.
Comunicar a un Cristo como Verdad que da sentido y valor a la existencia humana: “¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo”[6], e incluso aludir a la condición trascendente de la persona humana en contextos que van, desde la precariedad, las rupturas sociales, la ambigüedad de la extensión y protección de los derechos humanos, la inestabilidad y diversidad de las familias -mono parentalidad, relaciones de hecho, parejas homosexuales, la reivindicación de la mujer en todos los ámbitos, los conflictos generacionales hasta la globalización y las agendas mundiales y su discreto actuar uniformador en orden a lo cultural, lo político, lo económico y lo moral, presentan un escenario más amplio y confuso en que el mensaje cristiano, sin perder nada de su plenitud personal y su dignidad, debe insertarse.
En arte de la comunicación no se trata, solamente, de emitir una reflexión y descargar nuestras ideas en los otros. Hay pautas y, entre ellas, saber escuchar, y al estilo de Cristo, sintonizar con el otro, atender con empatía, dejar de lado los juicios de valor, pues “solo prestando atención a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos podemos crecer en el arte de comunicar, cuyo centro no es una teoría o una técnica, sino la "capacidad del corazón que hace posible la proximidad”.[7]
[1] Miriam Herrera-Aguilar, La construcción de la antropología de la comunicación: hacia una propuesta teórico metodológica, Revista CIENCIA ergo -sum, Vol. 22-2, julio-octubre 2 0 15. Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, México. Pp. 125-135.
[2] Gaudium et spes, n. 10
[3] Idem, n. 22
[4] Redemptor Hominis, n.10
[5] Josef Pieper, Las virtudes fundamentales, Ediciones Rialp, 3ª edición; Madrid, 1988, n.12
[6] Benedicto XVI, 24 de abril del 2005
[7] Evangelii Gaudium, n. 171