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Eclesiología y Comunicación

By Pbro. Glenm Gómez A. Mayo 24, 2023

Se le atribuyen al Papa Pablo VI, con motivo de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, las preguntas: “Iglesia, ¿Qué dices de ti misma? ¿Quién eres?” Lo cierto es que en su discurso inaugural planteo la necesidad y el deber de que la Iglesia se defina mejor a sí misma.[1]

Con el Concilio se introduce la comprensión de la Iglesia como “pueblo de Dios”, y en esta Iglesia “pueblo de Dios”,[2] se evidencia que el Espíritu Santo -que habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles- es aquel que la de guía a toda la verdad y la unifica en la comunión.[3]

La Eclesiología, pues, tiene como objetivo principal ahondar en la Iglesia que es misterio - realidad penetrada por la divina presencia- y que, como advertía Henrí De Lubac, “aparece fundada en principios demasiado humanos o bien se le explica por analogías humanas demasiado poco contrastadas, en vez de contemplarla tal como Dios la ha hecho, en el misterio de su ser sobrenatural”.[4]

Definiciones habrá muchas y no faltarán, por supuesto, quienes exaltan a la Iglesia, hasta quienes la reducen a una mera organización social o política.

El punto a considerar aquí es si el contenido de lo que la Iglesia comunica está atado a la subjetividad interpretativa, según la visión eclesiológica en la que se fundamenta. Dicho de otro modo, si por concepciones subyacentes, por principios de conveniencia o desvinculación con principios eclesiológicos, puede verse comprometida la dimensión pastoral de la Iglesia.

En materia de comunicación, varios modelos[5] plantean como elementos esenciales: ¿Quién dice? ¿Qué dice? ¿A quién lo dice? y ¿Con qué efectos?

Como director de prensa de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, por 19 años, experimenté el riesgo que se corre cuando, al buscar una reacción de la Iglesia en determinado tema -entendida, sobre todo, como institución o estructura jerárquica- se recurría a un vocero legitimado, pero no por ello congruente con una visión de Iglesia viva, activa y comprometida: “que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad […] para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación... una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones “embarazosas” de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos. [6]

Los efectos negativos en los destinatarios por el contenido de lo comunicado van más allá de las críticas de quienes reaccionaban de súbito por prejuicio religioso, por su mera opción ideológica o por un criterio reductivo sobre la atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral que a la Iglesia corresponde.

Hay acciones, mensajes o silencios que resultan contradictorios y ofensivos y provocan un impacto real incluso en los fieles, particularmente, cuando determinados gestos son interpretados como incapacidad para una lectura activa y crítica o autocrítica de la misma Iglesia en relación con la situación presente de la sociedad. Una sana eclesiología propicia el diálogo entre la fe, la Iglesia, la cultura y el mundo, abre las posibilidades de encuentro superando la visión de una Iglesia temerosa y retraída.

La V Conferencia de Aparecida ha tratado el tema de forma directa: “Lamentamos, sea algunos intentos de volver a un cierto tipo de eclesiología y espiritualidad contrarias a la renovación del Concilio Vaticano II, sea algunas lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar; lamentamos la ausencia de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad, las infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión, nuestras débiles vivencias de la opción preferencial por los pobres, no pocas recaídas secularizantes en la vida consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no evangélica.[7]

Expresiones como: “sean pastores con olor a oveja”, “Una Iglesia pobre y para los pobres”, “Con cara de funeral no se puede anunciar a Jesús”, “los pastores no somos hombres con psicología de príncipes", “pastores eviten afán de carrera”, “Hombres (obispos) ambiciosos que son esposos de esta Iglesia, a la espera de otra mejor o más rica. ¡Esto es un escándalo!”, “¿Quién soy yo para juzgar?”, “Recen por mí, lo necesito bastante”, “No tengan miedo de las diferencias”, “A veces se habla más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios”, “La Iglesia es hospital de campaña: tanta gente herida, tanta gente herida… que nos pide cercanía, que nos piden aquello que pedían a Jesús: cercanía, proximidad.” Todas estas frases del Papa Francisco han provocado gran repercusión en la Iglesia y en el mundo por la franqueza con la que se expresan.

La Iglesia autoreferencial en contraposición a una Iglesia en salida -ambas apreciaciones eclesiológicas- son un buen ejemplo para comprender la diferencia entre una autopercepción rígida y otra comunicacional y dialógica.

 

[1] “Está fuera de duda que es deseo, necesidad y deber de la Iglesia, que se dé finalmente una más meditada definición de sí misma. Todos nosotros recordamos las magníficas imágenes con que la Sagrada Escritura nos hace pensar en la naturaleza de la Iglesia, llamada frecuentemente el edificio construido por Cristo, la casa de Dios, el templo y tabernáculo de Dios, su pueblo, su rebaño, su viña, su campo, su ciudad, la columna de la verdad, y, por fin, la Esposa de Cristo, su Cuerpo místico. La misma riqueza de estas imágenes luminosas ha hecho desembocar la meditación de la Iglesia en un reconocimiento de sí misma como sociedad histórica, visible y jerárquicamente organizada pero vivificada misteriosamente. APERTURA DE LA SEGUNDA SESIÓN DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD PABLO VI, domingo 29 de septiembre de 1963.

[2] “Así como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le designa ya como Iglesia (cf. 2 Esd 13,1; Nm 20,4; Dt 23,1 ss), así el nuevo Israel, que caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne (cf. Hb 13,14), también es designado como Iglesia de Cristo (cf. Mt 16,18), porque fue El quién la adquirió con su sangre (cf. Hch 20,28), la llenó de su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social.” Lumen Gentium n.9

[3] Lumen Gentium, n.4

[4] Cf. Henri De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Desclée de Brouwer, París, 1958, p. 21.

[5] Modelo de Lasswell, Modelo de Shannon y Weaver, etc.

[6] Papa Francisco, Viaje a Cuba, 22 de setiembre del 2015.

[7] V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida.

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