“Viviendo ‘como si Dios no existiera’, el hombre pierde no sólo el misterio de Dios, sino también el del mundo y el de su propio ser”.

Esta expresión es de San Juan Pablo II, en su Encíclica Evangelium Vitae, n. 22, la cual cumple 27 años de haberse escrito el 25 de marzo, día en que la Iglesia celebra la Anunciación del Señor.

En la misma Encíclica, n. 23, continúa San Juan Pablo II: “El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo”.

El Santo Padre exponía una realidad contraria a Dios y a la vida. Es una realidad que se ha manifestado en otros momentos de la historia humana y que hoy, con mucha fuerza, lamentablemente también se muestran estas corrientes que pretenden romper el vínculo entre Dios y hombre, que buscan incluso hacer de la persona humana una especie de “dios”.

Vemos entonces una generalidad que incentiva leyes contra la vida: la proliferación del aborto, la promoción de la eutanasia, una cultura de descarte que promueve que la vejez es una enfermedad. Ni qué decir de la violencia que aflora, crímenes de los que dan cuenta los medios de comunicación a cada momento. Estamos ante un momento muy oscuro de la sociedad que no tiene aprecio por la vida.

Del mismo modo, es poca la promoción a políticas familiares; al tiempo que se nota un rechazo generalizado hacia las familias numerosas.

Sin embargo, algunas luces aparecen también, y debemos promoverlas y apoyarlas, como lo es la iniciativa 40 Días por la Vida, campaña que una vez más se realiza en nuestro país desde el pasado 3 de marzo y hasta el domingo 10 de abril. Costa Rica, unida a 64 países, trabaja esta iniciativa que incluye oración y ayuno en una vigilia pública y pacífica por el fin del aborto.

En diferentes hospitales del país se realiza esta campaña pro vida, la cual, a nivel mundial, y gracias a Dios, según los organizadores, 20.728 bebés han sido salvados del aborto; solo en Costa Rica se habla de 3 bebés que han nacido, a pesar de que en principio hubo consideración de haberlos abortado, gracias a esta campaña.

“La vida humana es sagrada e inviolable en cada momento de su existencia, también en el inicial que precede al nacimiento. El hombre, desde el seno materno, pertenece a Dios que lo escruta y conoce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adulto de mañana, cuyos días están contados y cuya vocación está ya escrita en el ‘libro de la vida’ (cf. Sal 139 138, 1. 13-16)”, San Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n. 61.

Para el creyente, esta verdad no se puede dejar pasar por alto. En todo momento y en todo lugar estamos llamados a proclamar el Evangelio de la vida, a defender a la persona humana como un don de Dios, pues es su máxima creación.