Nuestro país se ha caracterizado por su paz social, por ser pionero en decisiones como la abolición del ejército y la apuesta por la educación. Sin embargo, en los últimos años, se han debilitado una serie de avances sociales que dan al traste con la calidad de vida de nuestros habitantes.
En otros momentos hemos hablado de la crispación social que vivimos; es hora de que busquemos la unidad para salir adelante entre todos, pensando en condiciones justas de vida que puedan llegar, especialmente, a los más necesitados.
La forma de fortalecer nuestra nación tiene que ver con las decisiones que tomemos a corto, mediano y largo plazo. El ser humano tiene que estar en el centro de
cualquier decisión. Soluciones consensuadas para todos, y no para algunos que quieran ver sus intereses satisfechos, es la ruta que debe seguir la Costa Rica del bicentenario.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, número 1909, se señala: “El bien común implica, finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad asegura, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva”.
Paz, estabilidad, seguridad de un orden justo. Un Estado social de derecho fortalecido. Eso requerimos en Costa Rica y entre todos podemos trabajar por alcanzarlos.
Recién, en agosto, los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica apuntábamos a que la solidaridad debía ser parte de la ruta de este bicentenario. Ante tantas personas que tienen muchas necesidades, solo ayudando entre todos para sacarlos adelante, podremos entonces, avanzar y crecer todos juntos.
Como bien lo señala la letra del Himno Nacional de Costa Rica: ¡Vivan siempre el trabajo y la paz! Pidamos al Señor que repare trabajo para todos aquellos que lo urgen, y que nos permita vivir de manera pacífica. Pidamos a Dios que nos ayude a trabajar por construir un mejor país.
Celebremos este bicentenario de vida independiente poniendo nuestra mirada en Dios; él nos ha acompañado siempre, al igual que nuestra Madre Santísima, la Virgen María. Renovemos nuestra fe y nuestra esperanza en esta celebración patria para aspirar a tener un país más justo, solidario y desarrollado integralmente en bien de todos.