En 117 parágrafos, Antiqua et Nova pone de relieve los retos y las oportunidades del desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) en los ámbitos de la educación, la economía, el trabajo, la salud, las relaciones y la guerra. En este último ámbito, por ejemplo, el potencial de la IA podría aumentar los recursos bélicos “mucho más allá del alcance del control humano”, acelerando “una carrera armamentística desestabilizadora con consecuencias devastadoras para los derechos humanos”.
Peligros y avances
Más detalladamente, el documento enumera los peligros de la IA, pero también los avances, que alienta como “parte de la colaboración” del hombre con Dios. Sin embargo, no oculta la preocupación que conlleva toda innovación cuyos efectos son aún imprevisibles.
Varios párrafos de la Nota están dedicados a la distinción entre IA e inteligencia humana. “Engañoso”, se lee, es utilizar la propia palabra “inteligencia” para referirse a la IA: no es “una forma artificial de inteligencia”, sino “uno de sus productos”. Y como cualquier producto del ingenio humano, la IA también puede orientarse hacia “fines positivos o negativos”. En efecto, la inteligencia artificial puede introducir “innovaciones importantes”, pero también corre el riesgo de agravar situaciones de discriminación, pobreza, brecha digital, desigualdades sociales.
Plantea “preocupaciones éticas” el hecho de que “la mayor parte del poder sobre las principales aplicaciones de la IA se concentra en manos de unas pocas empresas poderosas”, de modo que esta tecnología acaba siendo manipulada para “beneficio personal o corporativo”.
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