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Viernes, 29 Marzo 2024
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Este miércoles, 25 de octubre, fue publicada la Carta de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos al Pueblo de Dios. Compartimos el texto integral aprobada por la Asamblea sinodal.

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Francisco da un paso hacia adelante en materia de igualdad en la historia de la Iglesia. Por primera vez, podrán votar los laicos, tanto hombres como mujeres, que sean elegidos para participar en la Asamblea del Sínodo de la Sinodalidad que se celebrará en dos sesiones en Roma, en octubre de 2023 y de 2024. Se trata de una decisión inédita en tanto que, hasta ahora, podían participar en el foro vaticano creado hace seis décadas por Pablo VI, pero solo los obispos tenían derecho a votar en el documento final.

Los organizadores de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo anunciaron hoy estos cambios que no acaban aquí. También se eliminará en la asamblea sinodal la tradicional figura de los auditores en la asamblea donde se solía dar cabida a los laicos, al igual que la figura de los expertos. Con voz, pero sin voto. En su lugar, habrá otros 70 miembros, entre los que pueden ser elegidos sacerdotes, personas consagradas, diáconos o fieles laicos y que procedan de las Iglesias locales.

Y, ¿cuál será el criterio para escogerles? Serán elegidos por el Papa de una lista de 140 personas indicadas durante las reuniones internacionales de las conferencias episcopales y la Asamblea de Patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas. “A la hora de identificarlos, se tendrá que tener en cuenta no solo su cultura general y prudencia, sino también sus conocimientos, tanto teóricos como prácticos, así como su participación en diversas capacidades en el proceso sinodal”, han informado desde la Asamblea General Ordinaria del Sínodo. Se espera que la mitad de estos participantes sean mujeres y todos votarán.

Además, se incluye la participación de cinco religiosas como representantes de las congregaciones religiosas femeninas, cuando hasta ahora solo tenían asiento reservado los religiosos sacerdotes pertenecientes a Institutos de vida consagrada. En ambos casos, no es la Santa Sede quien elegirá a estos delegados, sino la Unión de Superiores Generales y la Unión Internacional de Superioras Religiosas.

Al presentar hoy estas novedades, Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y relator del Sínodo de la Sinodalidad, matizó que, en su opinión, “no es una revolución, pues la asamblea sigue siendo una reunión de obispos, con una participación de no obispos”. Y es que cerca del 75% de los participantes seguirán siendo prelados.

En esta misma línea, el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, apuntó que “seguirá siendo un Sínodo de obispos, pero habrá esta participación como miembros de laicos”. “Su presencia y participación no solo asegura el diálogo entre profecía del Pueblo de Dios y el discernimiento de los pastores”, sentenció.

Cuando se cumplen diez años de la elección de Jorge Mario Bergoglio y después de innumerables alusiones del Pontífice argentino sobre la necesidad de reconocer institucionalmente a la mujer en la Iglesia, es ahora cuando se produce este salto cualitativo y cuantitativo. 

Este año, en el marco de las celebraciones en honor a Nuestra Señora de los Ángeles, se realizó el I Congreso Teológico Pastoral: “Nationis Benigna Patrona”, cuyo tema fue: La compañía maternal de María en nuestro camino eclesial de comunión, sinodalidad y misión”.

Del 26 al 28 de julio 2022 la Comisión Nacional para la Sinodalidad se reunió durante tres días para redactar la síntesis nacional, que es el aporte de Costa Rica al próximo Sínodo de los Obispos que se realizará en octubre del 2023.  El documento ya fue enviado a la Secretaría para el Sínodo a inicios de agosto previamente aprobado por los Obispos.  Ya se ha cerrado la fase diocesana del proceso sinodal y se ha iniciado ahora la fase continental.

Sobre la metodología de la elaboración de la síntesis Monseñor Oscar Fernández, Obispo de Puntarenas y quien preside la comisión comenta: “luego de un proceso de consulta a todo el pueblo de Dios, las comisiones diocesanas a cargo del proceso nos enviaron su síntesis diocesana.  Al ser este un proceso espiritual, pedimos oración y cada día durante la encerrona para la redacción de la síntesis nacional iniciamos con la Santa Eucaristía.   Comenzamos con una lectura profunda de los documentos y luego sacamos los puntos claves de todos, respetando el contenido y luego los dividimos por áreas e iniciamos la redacción de acuerdo con los diez núcleos temáticos dados por la Secretaría”.

¿Qué puede aportar hoy la “sinodalidad” a la Iglesia y al mundo?

En los últimos días, mucho se ha escuchado sobre “sinodalidad” en la Iglesia. Pero, ¿qué significa “sínodo”? El griego “σύνοδος” refiere a una reunión, asamblea y encuentro. A su vez, “σύν” + “οδος” expresa un camino junto: a las vías reunidas.

Es innegable el fin de la cristiandad, en donde todos, más o menos, eran creyentes y concebían al hombre y al mundo, desde una visión cristiana. Hoy no, incluso, a lo interno de la Iglesia, existen múltiples proyectos e interpretaciones, por lo que re-unirse y juntar los caminos es impostergable.

Idealmente, una sociedad democrática estaría basada en la libertad, la fraternidad y la igualdad, como una “poliarquía”, es decir, una sociedad con múltiples poderes que interactúan entre sí -tal cual afirma Robert Dahl-. Esta democracia es regida por el principio de “tolerancia”, el cual busca evitar, en sí, la guerra y, por el que “respeto para que me respeten”, en momentos sin interactuar con el otro. Además, en caso de conflicto, la ley y el Estado me protegen del “otro” -como afirmaba Hobbes con su “Leviatán”-. Por supuesto, todo se desarrolla sin contar con una norma u obligación concreta de Amor o comunión, como sí sucede con la Iglesia y la sinodalidad.

Por lo tanto, se puede decir que la sinodalidad es el régimen político de la Iglesia y no así la democracia. La sinodalidad nos pone uno al lado del otro, en igualdad de oportunidades, valor y dignidad. Permite que mis iniciativas sean consideradas como valiosas, dignas de ser tomadas en cuenta, para discernir y construir juntos una vía común en diálogo. Esto es posible, desde la humildad y la verdad, producto de un encuentro con Cristo y no como un simple populismo democrático.

Ante dicha realidad, a la hora de tomar decisiones, surgen dos posibilidades: 1) el imponerse y dominar o 2) la sinodalidad y sus consecuencias prácticas. El Evangelio nos advierte que los discípulos de Cristo no han de actuar con el dominio, al contrario, a la hora de resolver conflictos, utilizarán medidas preventivas, como un auténtico diálogo -que escucha, respeta, propone y construye- o medidas curativas, como la corrección fraterna -en la cual, ciertamente, se ha de perdonar, orar y poner la otra mejilla- (cf. Mc. 10, 35-45, Mt. 20, 17-28, Lc. 6, 29). Surge también, como medida curativa, la Confesión, en la cual busco reconciliarme conmigo mismo, con Dios y con el hermano, reconociendo que no he cumplido la Norma Suprema de “amar al prójimo, como a mí mismo” (Mc. 12, 30).

Por lo tanto, no hay que tener miedo al poder, a ejercerlo, sí, en sinodalidad: caminando, escuchando y construyendo todos juntos. ¿No es esto la Iglesia, un Cuerpo compuesto por múltiples miembros -todos valiosos e insustituibles? - (cf. 1 Co. 12, 12) Cristo no niega la posibilidad a sus discípulos que tomen la iniciativa y ejerzan el poder para el bien, al contrario, reclama a aquellos que teniéndolo no lo usan para salvar y sanar a sus hermanos (Lc. 13,10-17). Es más, los llama a ser sal, luz y fermento del mundo (Mt. 5, 13-16).

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