“Tenía convulsiones y probaban con distintos anticonvulsivos, pero nada funcionaba”, contó su mamá, Roxana Sosa al medio argentino Infobae.
La chica pasó por varios centros médicos hasta que viajó desde Paraná hasta la Fundación Favaloro en Buenos Aires, un viaje de 5 mil kilómetros intubada. Sin embargo, los médicos no lograban entender cuál era su padecimiento.
El medio de noticias de El Vaticano, detalló que se trataba de cuadro clínico muy grave, caracterizado por numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía.
Años después de su curación, los especialistas concluyeron que la patología era FIRES, cuyas siglas en inglés significan Síndrome Epiléptico por Infección Febril, una enfermedad rara, que altera la función cerebral, cuyos casos giran en torno a una persona en un millón, potencialmente mortal. Los pacientes sufren convulsiones, epilepsia, fiebre y un deterioro neuropsicológico.
La noche del Milagro
El estado de la pequeña era tal los especialistas sugirieron llevarla de vuelta a Paraná para que falleciera en casa. Diagnosticaban que si Candela sobrevivía quedaría en estado vegetativo por el resto de su vida.
Pero aquella noche se obró un milagro. Aquella mamá que acostumbraba al salir del hospital dirigirse a la Parroquia Nuestra Señora de la Rábida a pedir por su hija. Esa noche llegó para pedirle al sacerdote que fuera a verla. “Señor ten compasión de mi hijo”, ruega una madre desesperada a Jesús en Mateo 17, 15.
El párroco, Pbro. José Dabusti acompañó a la mujer hasta la cama donde yacía la niña en posición fetal, rezó y le pidió a la señora que pusiera las manos sobre la enferma, en ese momento la encomendó a Juan Pablo I.
La mamá de la niña, Roxana Sosa reconoció ante los medios que ella nunca había escuchado de ese Pontífice, pero que confío en las palabras del cura. El personal de salud vería al día siguiente a Candela con vida. Poco a poco comenzaría a mejorar hasta que dejaría la terapia intensiva.
Actualmente, Candela tiene 21 años, no toma ningún medicamento ni acude a ninguna terapia o rehabilitación, estudia en la universidad la carrera de Higiene y Salud Animal. Apenas tiene recuerdos de aquellos días cuando estuvo enferma.
El Papa de la Sonrisa de Dios
De nombre secular Albino Luciani, Juan Pablo I fue el primer Pontífice en elegir un nombre compuesto, el cual formó con el de sus antecesores: Juan XXIII y Pablo VI. Su pontificado fue uno de los más breves de la historia, duró solo 34 días, desde el 26 de agosto de 1978 hasta su fallecimiento el 28 de setiembre de 1978. A pesar de eso, su personalidad y carisma ha permanecido en el corazón de muchos creyentes. Recordado como una persona amable y cariñosa, recibió el apelativo del Papa de la Sonrisa de Dios.
Luciani nació el 17 de octubre de 1912 en Italia, hijo de un obrero socialista que trabajó como migrante en Suiza. Fue ordenado sacerdote en 1935. En 1958 fue nombrado Obispo de Vittorio Veneto.
Murió repentinamente de una falla cardíaca la noche del 28 de setiembre de 1978. Lo encontró sin vida la monja que le llevaba el café a su habitación cada mañana.
El Padre Dabusti compartió que le tiene mucho cariño a Juan Pablo I, un “Papa desconocido”, pues, cuando tenía 13 años lo veía con su sonrisa y humildad, una imagen que quedó grabada en su memoria.
Un hecho así no podía quedar en el silencio. El sacerdote envió una carta al Santo Padre Francisco, donde se relataban los hechos. Tiempo después del Vaticano llamaron a la parroquia para solicitar información y documentos. Había iniciado una larga y rigurosa investigación, tal como ocurre en un proceso de beatificación.