Alicia recibió la noticia de que el niño que llevaba en su vientre estaba muerto, dado lo avanzado del embarazo había que inducir al parto. A pesar de saber que daría a luz a un bebé sin vida mantenía la esperanza, se negaba a aceptar esa noticia.
Una vez terminado el alumbramiento hubo silencio, no se escuchó ningún llanto… Vio con molestia cómo pusieron a su pequeño en una bandeja de metal, como si fuera cualquier cosa, y sintió una gran tristeza. Luego, se encontró en el salón de maternidad, junto a otras mujeres que chineaban alegres a sus bebés vivos.
No obstante, en medio de su dolor, una enfermera se le acercó y le pidió permiso para darle un pequeño detalle, ella aceptó y al momento un grupo de enfermeros llegó con una tarjeta donde aparecían las huellas de las manitas y los piecitos de su pequeño. Años después, Alicia conserva esta tarjeta con cariño y agradece la sensibilidad mostrada por estos trabajadores.