La música la lleva en la sangre, dice. Desde muy pequeño, con apenas siete años, comenzó a recibir clases de guitarra con su papá y, junto a él, empezó a servir como animador del canto en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Los Guido de Desamparados. “Mi primer escenario fue la iglesia”, comenta.