El pasado sábado 21 de junio, la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles en Cartago, se llenó de fervor y alegría, con la presencia de cientos de muchachos de las pastorales juveniles del país, quienes participaron en el Jubileo de los laicos y los jóvenes.
Este jubileo se enmarca en las celebraciones por el bicentenario de la declaración de patronazgo de La Negrita, que ha incluido, además, la visita de la Sagrada Imagen a las diócesis del país, como sucede este sábado 28 de junio en Limón.
Como se acostumbra, los laicos y los jóvenes peregrinaron desde el parque de Las Ruinas (templo inconcluso de Santiago Apóstol), h asta el Santuario Nacional, donde celebraron una misa presidida por el obispo de Limón y presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Javier Román Arias.
Peregrinos hacia el cielo
La primera constatación del obispo en su homilía fue que, al igual que peregrinaron hacia la basílica, así la vida del creyente es una peregrinación hacia el cielo.
“Peregrinar es distinto de caminar. El peregrino tiene un norte espiritual, una meta a la cual ascender, incluso con esfuerzo si es necesario”, dijo Monseñor.
“Por eso, todas las peregrinaciones terrenales prefiguran nuestro camino al cielo. Somos peregrinos en la tierra y nuestro destino es la Vida Eterna. En este camino no estamos solos, como Iglesia avanzamos juntos, nos ayudamos y encontramos para celebrar nuestra fe en Dios que nos ama incondicionalmente”, agregó.
“Es lo que estamos haciendo aquí”, afirmó Monseñor, recordando que se trató de “un momento de gratitud, de reconocimiento y de renovación de nuestro compromiso como comunidad cristiana”.
Laicos: luz del mundo
Reflexionando sobre los laicos, el obispo mencionó como el Concilio Vaticano II en la constitución “Lumen Gentium”, define que los laicos son parte esencial del Cuerpo de Cristo. “Son llamados a ser luz en el mundo, a vivir su fe en la vida cotidiana y a ser testigos del amor de Dios en cada rincón de la sociedad. Su vocación no se limita al interior de las paredes de la Iglesia, sino que se extiende a todos los ámbitos de la vida”.
En una sociedad que a veces se aleja de los valores cristianos, agregó el prelado, el papel de los laicos se vuelve aún más crucial: “Ustedes son los que, en su trabajo, en sus familias y en sus comunidades, llevan el mensaje del Evangelio. Cada gesto, cada palabra y cada acción puede ser un reflejo del amor de Dios. Su misión es clara: ser portadores de esperanza y agentes de cambio”.
La santidad, añadió, no es solo un llamado para unos pocos, sino un camino para cada uno de nosotros. “Santo Tomás de Aquino decía que la gracia de Dios nos ayuda en nuestras acciones, y ustedes, con sus talentos y capacidades, pueden hacer de su vida un verdadero reflejo de la santidad. A través de la vida diaria, en la lucha contra la injusticia, en el compromiso con los más necesitados, ustedes muestran al mundo lo que significa ser discípulos de Cristo”.
Llamado a la comunión
Monseñor destacó además que el Jubileo de la Esperanza que vivimos en la Iglesia Universal tiene como aspecto fundamental la comunión entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo.
“Los laicos, los religiosos y los sacerdotes estamos llamados a trabajar juntos, en unidad, para edificar la Iglesia y llevar la Buena Nueva de la Salvación a todos. Este llamado a la comunión nos impulsa a superar barreras, a dialogar y a colaborar en la misión de la evangelización”.
La participación de los laicos, -afirmó Monseñor Román- no es algo accesorio ni pasivo. No se limita a la recepción de los sacramentos, aunque estos son fuente de vida y fortaleza. Más bien, dijo, están llamados a tener una presencia activa, a impregnar con el espíritu del Evangelio todos los espacios donde viven y trabajan: la familia, la profesión, la vida social, cultural, deportiva, política... ¡todo debe reflejar la presencia del Señor resucitado!
“Ustedes, pueden y deben colaborar con los sacerdotes en la catequesis, en la formación de niños y jóvenes, en la preparación al matrimonio, en el acompañamiento de las familias, en el discernimiento de nuevas iniciativas pastorales. Su voz debemos escucharla en los consejos parroquiales, diocesanos y en todos los espacios donde se construye la vida eclesial. También pueden contribuir en la formación espiritual de otros laicos, de seminaristas y religiosos. Ustedes no son ayudantes, son verdaderos protagonistas de la vida de la Iglesia” afirmó.
Mensaje a los jóvenes
Igualmente, el obispo tuvo una palabra hacia los jóvenes: “Sepan que como Iglesia necesitamos de su energía y creatividad, de sus sueños, su valor y sus sonrisas”.
Y recordando al Papa Francisco les dijo: “La Iglesia está con ustedes y los necesita, para rejuvenecer, explorar nuevos senderos, experimentar nuevos lenguajes, volverse más alegre y acogedora. ¡No pierdan nunca la valentía de soñar y de vivir en grande! Aprópiense de la cultura del cuidado y difúndanla; sean campeones de fraternidad; afronten los desafíos de la vida dejándose orientar por la creatividad fiel de Dios y por buenos consejeros”.
En este día de gracia, concluyó Monseñor, los invito a renovar su compromiso con Cristo. A mirar con esperanza y generosidad el camino de fe que están recorriendo. “Este es tiempo de renovación, de apertura, de valentía. Es tiempo de dejarnos guiar por el Espíritu y convertirnos, cada uno, en instrumento de su paz, misericordia y perdón”.
“Para cumplir con esta misión, pidamos el auxilio de nuestra Madre Santísima, a quien los costarricenses veneramos desde hace dos siglos en esta basílica bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, La Negrita”, finalizó.
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