“Eran, en fin, dos personas muy diferentes entre sí, pero se sentían hermanos, como en una familia unida, donde a menudo se discute, aunque realmente se aman. Pero la familiaridad que los unía no provenía de inclinaciones naturales, sino del Señor. El Señor Jesús no nos ordenó que nos lleváramos bien, sino que nos amáramos”.
Así inició su homilía Mons. Laurențiu Dăncuță, encargado de Negocios a.i. de la Nunciatura Apostólica en Costa Rica, en el marco de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, también conocida como el Día del Papa.
La ceremonia se celebró el viernes 28 de julio en la Catedral Metropolitana Santuario Nacional San José. Fue presidida por Mons. José Rafael Quirós, Arzobispo de San José; y concelebrada por los obispos de la Conferencia Episcopal en pleno, así como obispos eméritos, clero diocesano, cuerpo diplomático y pueblo de Dios.
Orar por el Papa
Mons. Javier Román, Presidente de la Conferencia Episcopal y Obispo de Limón, habló de Pedro como la “piedra” sobre la que Jesús fundó la Iglesia (Mt 16:18), así como el deber de orar por el Papa, una costumbre arraigada desde las primeras comunidades cristianas.
Mons. Román expuso que: “Los títulos dados al Sucesor de Pedro, enfatizan distintos aspectos que nos hablan sobre su servicio, por ello se le denomina como el Siervo de los siervos de Dios, Pastor Universal, Papa, Cabeza del Colegio Episcopal, entre otros; todos ellos todos ellos convergen en la convicción de que Pedro es “el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y comunión.” (L. G. 18).
Precisamente, -continuó- Su Santidad Francisco pide constantemente a los fieles que recen por él. De igual manera, los pontífices han enfatizado en la comunión y la unidad de la fe.
El obispo limonense aprovechó este momento para pedir oraciones por el Papa y recordó que este es el Año de la Oración, en preparación para el Jubileo de la Misericordia del 2025. “Estamos llamados a unirnos espiritualmente a estas grandes celebraciones de la Iglesia, poniendo delante de Dios al Papa y sus intenciones, así como toda la vida de la Iglesia universal y local”, apuntó.
Unidad, profecía y fe
Monseñor Dăncuță pronunció una homilía centrada en tres palabras clave: unidad, profecía y fe. Insistió en que Jesús “nos une, sin uniformarnos. Nos une en las diferencias como lo hizo con Pedro y Pablo”.
Recordó que la Iglesia vivía momentos críticos cuando mataron a Santiago y luego Pedro fue arrestado. Sin embargo, a pesar del miedo y la incertidumbre, la comunidad cristiana se mantuvo unida y todos rezaban juntos.
“De la oración obtuvieron valentía, de la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza. La unidad es un principio que se activa con la oración… La unidad de la familia, la unidad de un País, la unidad del mundo se activa con la oración, con dialogo, dialogo con Dios, diálogo con las personas”, afirmó. Y agregó: “Hoy podemos preguntarnos: ¿Cuidamos nuestra unidad con la oración, nuestra unidad de la Iglesia, nuestra unidad en el país, nuestra unidad en el mundo? ¿Rezamos unos por otros?”.
Respecto a la profecía, mencionó que esta surge cuando “nos dejamos convocar y provocar por Dios”, al igual que ocurrió con Pablo cuando Jesús se le manifestó (“Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues?”), y a partir de ahí inició su proceso de conversión.
“(La profecía) No nace jamás de nuestros pensamientos, no nace de nuestro corazón cerrado. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta”, señaló el Padre Dăncuță.
También, el sacerdote expresó que Costa Rica, “el país pura vida”, tiene algo especial, pues atrae las miradas y gracias de Dios. Esto en referencia a que en años recientes dos santos (San Juan Pablo II y Carlo Acutis) han sido declarados como tales, mediante las gracias recibidas por dos personas costarricenses. “Dios ama Costa Rica”, exclamó.
Seguidamente, expresó que en Costa Rica hay muchos más milagros y santos, pero -advirtió- “para reconocer un milagro, necesitamos conocer a Cristo, necesitamos la fe”.
“La fe -explicó- va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.
“Por eso, -concluyó el padre Dăncuță - la pregunta de Jesús: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mt. 16:15-23), en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación con Él”. “Respondámosle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón lleno de fe. Digámosle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone”, culminó el sacerdote.
Esta solemnidad de los santos apóstoles recuerda el martirio de Simón Pedro y Pablo de Tarso, en Roma. Ambos apóstoles son considerados columnas de la Iglesia. El Santo Padre, Sucesor de Pedro y pastor de toda la Iglesia, encarna la misión llevada a cabo por ellos. De ahí que a esta festividad también se le conozca como el Día del Papa y a la ceremonia también se le denomine como la Misa del Papa.