La misión a la que invita Aparecida tiene que ver con “el anuncio del Cristo, el Señor que ama, que salva, que está vivo (…). Ese es nuestro gran anuncio, esa es la invitación más preciosa, ese es nuestro tesoro”, explica Mons. Fernández. Se trata, por lo tanto, de “una misión concentrada en este gran anuncio, y no en otras cosas”, porque lo esencial es “provocar una experiencia. Y este es un punto clave del Papa Francisco, provocar, suscitar una experiencia; sin experiencia todo lo demás es un castillo de naipes”.
El camino del discipulado
Un segundo eje fundamental del mensaje de Aparecida es el camino del discipulado, porque quien vive la experiencia de la misión “se adentra en un camino de crecimiento, maduración y profundización” como discípulo.
Se trata, por tanto, de un proceso que debe generarse y que siempre es actual: no caduca ni tiene límites, toda vez que, como explica Mons. Fernández, “ese es el camino del discípulo, que toda la vida es discípulo, aunque sea viejo, aunque sea obispo o haya hecho 10 doctorados”. Para todos los bautizados es imperativo “seguir buscando Cristo, sigue creciendo en la unión con él”.
Vida plena
“Y la tercera palabra [clave] de Aparecida es ‘vida’, porque la misión, el encuentro con Cristo, producen vida, ayudan a vivir mejor”, afirma Mons. Fernández. “Y aquí reaparece un gran tema del episcopado latinoamericano, es la íntima relación entre la evangelización y la promoción de las personas, la promoción humana”, agrega el teólogo argentino.
“Queremos que esas personas que encuentran a Cristo vivan plenamente, integralmente, por lo tanto, nos duele que vivan en la pobreza, en el dolor, en el abandono. Queremos una vida plena para ellos”, concluye el prelado.