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Sor María Romero: Un pabilo puede encender muchas candelas

By Julio 05, 2023

Si un día, en oración, la Virgen le decía que organizara una fiesta para niños necesitados, ella iba y lo hacía, aunque no tuviera un cinco en la bolsa, porque -según decía la beata Sor María Romero- si la Virgen lo pedía, ella misma encontraría la forma de que todo saliera bien.

Y si le faltaban 200 colones para pagar una deuda y ya estaba al límite de tiempo, ocurría algo inesperado y obtenía la suma exacta. Por ejemplo, pasaba que de repente alguien tocaba a la puerta y decía que quería hacer una donación, o llegaba un desconocido a agradecer a Nuestra Señora por un favor concedido y al ver la necesidad decidía ayudar, o aparecía un sobre sin remitente ni dirección y adentro estaba el dinero justo.

Sor María Romero confiaba plenamente en la Divina Providencia. Así solía ocurrir con todos sus proyectos (o, más bien, los de la Virgen). Esas ocurrencias generaban muchas preocupaciones en su entorno, incluso entre sus hermanas religiosas y superioras. De hecho, no pocas veces la beata se ganó el recelo y el enojo de sus compañeras.

María Romero Meseses nació en Granada, Nicaragua, el 13 de enero de 1902. Hija de Félix Romero, un exministro de Hacienda en ese país, y de doña Ana Meneses Blandón, una mujer de origen español.

Sor María siempre pronunciaba una jaculatoria: “Pon tu mano Madre mía, ponla antes que la mía”. Y Sugería que, al mismo tiempo, se hiciera la señal de la cruz.

La pequeña María recibía clases de piano y violín, así como de dibujo y pintura. Desde entonces demostraba habilidad tanto para la música como para el arte. Aunque no asistía a la escuela regular, comenzó a ir a clases a la Escuela de María Auxiliadora como alumna externa, allí se enamoró del carisma salesiano.

Según su biografía, ya por entonces había estado al borde de la muerte, a causa de una fiebre reumática que la mantuvo en cama durante meses. También, desde muy chica, se había comprometido con el Señor.

Una vez contó a otra religiosa, Sor Anita Cavallini: “Estando en quinto grado de primaria hice voto de castidad para toda la vida”. Además, parece que desde jovencita tenía experiencias místicas. “He visto a la Virgen, pero no se lo digas a nadie”, comentó a su hermana en secreto.

Una vez cumplidos los 18 años pidió permiso a sus papás para ingresar al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Realizó el noviciado en El Salvador y en 1921 recibió el hábito religioso.

“Una vez (...) la Maestra de Novicias, Sor Zanatta, dijo a sus novicias: “Vayan al Sagrario y le preguntan a Jesús: “Señor, ¿quién soy yo para Tí?”. Sor María tomó esto al pie de la letra y se fue a la capilla. Cuando vio que estaba sola se acercó al Sagrario y le preguntó a Jesús: “Señor, ¿quién soy yo para Ti?”. Más tarde, Sor María confió a Sor Ana María Cavallini que, desde el Sagrario, Jesús le contestó: “Tú eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre”, menciona la biografía hecha por el padre Luis Pacheco.

“Subió una mona a un nogal”

El sábado 6 de enero de 1923, fiesta de la Epifanía del Señor, Sor Maria hizo su primera profesión religiosa. El 24 de mayo de 1924, partió de nuevo para Granada, Nicaragua, como maestra de música y otras materias.

Durante los recesos cortos iba a la Capilla junto a sus alumnas. ¿Qué haces allí?, le preguntaban. - Rezo, canto, recito y les digo cosas lindas a Jesús y a la Virgen. -¿Qué recitas?, le volvían a preguntar. -A veces las poesías aprendidas de niña en los libros de lectura, replicaba ella y jocosamente añadía: "Como aquella, Subió una mona a un nogal”. -Pero eso no es para Jesús. -A Jesús le gusta todo lo que se hace con amor, respondía.

El 6 de enero de 1929, Sor María pronunció los votos perpetuos en el Colegio de las Hijas de María Auxiliadora en la ciudad de Granada. Ofelia Zurker, una mujer que testificó en el proceso de beatificación, narra una historia curiosa al respecto.

Sor María le contó que en la gruta de la Inmaculada, ubicada a lado de la iglesia en la Casa de Granada, recibió “una primera llamada a la santidad”. Allí, ella sembró unas flores, pues soñaba “con ver a la Santísima Virgen rodeada de flores blancas, pero nunca se les veía ni una flor a las plantitas”. “Se acercaban mis votos perpetuos y le pedía a la Virgen una prueba: que, si iba a ser una buena religiosa, para ese día floreciera alguna. Entré a hacer unos días de retiro para prepararme y no había ni sombra de lirios. Llegó el suspirado día y, cuál no sería mi emoción, cuando después del acto fui a ver a mi Reina en su gruta y la encontré rodeada de bellísimas flores blancas. Todos los lirios habían florecido”. Actualmente, en esa gruta hay una placa en memoria de esto.

Su misión en Costa Rica

Llegó a Costa Rica en 1931 y al año siguiente fue enviada como maestra de música al Colegio María Auxiliadora para sustituir a otra religiosa, que era muy apreciada por las alumnas. El cambio disgustó a las jóvenes, quienes decidieron no presentarse a clases. Sor María, al notar esto, se hizo la desentendida, subió al coro de la iglesia y comenzó a tocar el armonio. Poco a poco, las muchachas comenzaron a acercarse.

Sin embargo, las estudiantes de Sor María Romero siguieron siendo indisciplinadas. Una religiosa, al parecer muy estricta, un día dijo: “Conmigo, las alumnas están en clase como en la Misa”. Sor María respondió: “En cambio conmigo las alumnas están en clase como a la salida de Misa”.

Para 1934, comenzaba a sufrír de artritis. A pesar del dolor seguía tocando el piano. Sin embargo, en la iglesia a veces no podía hacer la genuflexión y tenía que permanecer sentada. También, por entonces, ya venía gente de Nicaragua a visitarla a Costa Rica.

En 1935, a los 33 años, se consagró como Esclava de María, según las enseñanzas de San Luis Grignon de Monfort, una práctica muy favorecida en ese tiempo. Sus experiencias místicas continuaron. Hay personas que afirmaron haberla visto levitar mientras oraba en la capilla y otros que le abribuyeron el don de la bilocación.

Por otro lado, desde su llegada a Costa Rica, Sor María inició poco a poco una labor de servicio, especialmente con los más necesitados. Y, como se mencionó, al parecer no fueron pocas las ocasiones en las que tuvo obstáculos.

“Cuando la superiora le prohibía hacer una determinada obra de apostolado, o le mandaba cerrar un Oratorio, o le negaba el personal que necesitaba, ella a lo más respondía: “¿Qué hacemos?”. Si el problema no se resolvía, decía: “Recemos. Las almas no son mías, sino de Dios. Yo sólo trato de salvarlas, pero si me ponen tantos tropiezos, Él verá cómo se las arregla. Yo no soy más que un instrumento en sus manos”.

La Casa de la Virgen nació en un cafetal

Sor Yolanda Porras trazó un perfil de la manera de ser de Sor María: “La alegría era característica en ella. Tenía un carácter jocoso y era graciosa en su manera de hablar. Trataba a las mujeres que le ayudaban en los oficios de la casa con gran cariño y les hacía su fiesta al final del año. Las llamaba cariñosamente “mis viejas”. Pero era exigente, si debía serlo, y le gustaba el orden. En dos ocasiones pude verla junto a su mesa de trabajo, como transformada, con un semblante radiante. Me escondí para que no me viera. Aquello era algo sobrenatural”.

Inculcaba siempre la devoción a María Auxiliadora y a los Quince Sábados en honor de la Virgen. Estableció esta devoción a los quince sábados recordando los quince misterios del Rosario. En ellos se debía confesar y comulgar.

Algo que Sor María Romero hacía también era escribir en papelitos mensajes al Sagrado Corazón de Jesús, con peticiones, reflexiones o alabanzas. Sor Laura los encontraba y los guardaba, gracias a esto, se ha podido conocer parte de la espiritualidad de la beata.

Por ahí de 1938, había un terreno en el que la congregación cultivaba café, un día mientras recogía el grano junto a otras compañeras, Sor María le dijo a una de ellas: “Mientras cogemos café, recemos Avemarías, porque un día aquí en lugar de café, se van a cosechar muchas almas para Jesús, por medio de María Auxiliadora. Verás, esta será la Casa de la Virgen y de aquí saldrá su gloria”.

También, ella contaba que: “Aquí en este lugar vi a San Juan Bosco. Estaba sonriente y con la mirada fija en el cafetal”. Señalándolo con la mano pronunció estas palabras: “Allí se desarrollará una gran obra”.

No fue fácil. Según se cuenta, la Madre Provincial le dio permiso porque pensó que era broma. Después cuando supo que ya había llegado un sacerdote a bendecir el terreno, llamó a Sor María y le retiró la autorización. Sin embargo, años después, en 1959, comenzó a surgir la Casa de la Virgen, donde están las instalaciones de las Obras Sociales Sor María Romero.

Una vez también, ella quiso abrir un taller de costura, compraron máquinas de coser y otros útiles. Pasada una semana, las muchachas que participaban se robaron todo y no dejaron ni los hilos. Pero ella no se desanimaba y veía en aquello una treta del demonio para desanimarla, así que volvió a abrir otro taller, y luego otro, y otro…

En aquella época, Sor María pensaba en las apariciones de Lourdes y pidió a Nuestra Señora una fuente como la que surgió allí. “(Ella) Me dio un agua milagrosa para curar enfermedades de alma y cuerpo”, decía.

Así es como surgió la popular Agua de la Virgen. Tradicionalmente, muchas personas llegan a la Casa de la Virgen en Barrio Don Bosco con botellitas para llevar agua bendita.

Para 1959, llegaban muchas personas, de todo tipo (ricos, pobres, intelectuales…) a conversar o pedir consejo a Sor María. Las consultas comenzaban ordinariamente a las 2:00 p.m. y terminaban a veces a las 7:00 p.m. Esto la dejaba muy agotada.

El corazón con la punta hacia arriba

Según señala la biografía: “En 1961 los dolores reumáticos de Sor María aumentaron tanto que tuvo que quedarse en cama. En esa ocasión fue probablemente cuando ella le dijo a Jesús: “¡Oh, mi amor! yo ya no sirvo, soy un pabilo”. Jesús le respondió: “Un pabilo puede encender muchas candelas”.

Ella confiaba a Sor Ana María Cavallini que se sentía muy cansada. A veces me siento como que tengo el corazón con la punta hacia arriba”, le decía y ambas reían de esta ocurrencia.

En 1977, Sor María partió a Nicaragua para reunirse con dos hermanas suyas. Al despedirse, sor Laura le dijo: “Si me preguntan cuándo la volverán a ver, ¿qué contesto?. “Diga que dentro de quince días. Siempre diga lo mismo: Dentro de quince días”, respondió.

Estando en la playa con sus familiares, Sor María dijo: “Oh, yo veo a Dios en cada gota de este mar! ¡Qué bonito debe ser morir ante el mar!”.

Una de sus hermanas le dijo después: “María, vete a descansar. Te llamaremos para la Misa de las 5:00 p.m”. Cuando fueron a buscarla, había fallecido. El médico certificó que falleció de un paro cardíaco el 7 de julio de 1977.

Ella amaba su país, Nicaragua, pero deseaba ser sepultada en Costa Rica, según expresó a un sobrino. Al principio el gobierno nicaragüense negó la solicitud para trasladar el cuerpo de una de sus hijas más ilustres, sin embargo, acabó por otorgar el permiso.

A la llegada de los restos hubo una gran caravana. La gente llegó de todas partes para despedir a Sor María Romero. Estuvo el presidente de la República, en ese entonces Rodrigo Carazo, y distintas personalidades. La gente lanzaba flores al paso del féretro.

El proceso de beatificación inició en 1988 y fue beatificada por Juan Pablo II el 14 de abril de 2002. En 1989, el 29 de mayo, la Asamblea Legislativa de Costa Rica, por el decreto 2633, declaró a Sor María Ciudadana de Honor.

 

Last modified on Miércoles, 05 Julio 2023 18:52
Danny Solano Gómez

Periodista, licenciado en Producción de Medios, especializado en temas de fe católica, trabaja en el Eco Católico desde el año 2009.

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