Según explicó el Padre Luis Aguilar, secretario de la Comisión Nacional de Laicos el camino se fue desarrollando de la mano de Monseñor Javier Román Arias, como presidente de la Comisión Nacional de Laicos y con la representación de los diferentes laicos de las diócesis del país que se dieron la tarea de elaborar un programa de trabajo que buscará articular diferentes áreas de trabajo.
“En una de ellas que incluía la organización y la espiritualidad, valoramos la necesidad que pudiese haber un Día Nacional de Laico en el calendario nacional, pues no existía, solo estaba el Día Nacional del Catequista, el Mes de la Juventud y el Mes de la Familia, entre otros”.
Por tal motivo, al equipo de trabajo se le delegó que discerniera una fecha y la figura de algún santo que representara al laico costarricense.
“La Comisión presentó la propuesta de San Luis Martin y Santa Celia Guerin, padres de Santa Teresita de Lisieux, un matrimonio marcado por la entrega y la disponibilidad, laicos y padres de una gran santa, todo un signo para el laicado costarricense y justamente la fiesta de la celebración de estos dos santos es el 12 de julio”
Entonces, Monseñor Román, como presidente de la Comisión, presentó la carta de solicitud para que los obispos consideraran la fecha con estos santos patronos, la cual fue acogida manera unánime.
Para el Aguilar, esto es motivo para celebrar la entrega de tantos hombres y mujeres que a lo largo y ancho de todo el país han dado la vida por la evangelización. “En esta fecha, muchas personas están en vacaciones de medio año y eso nos va a permitir tener actividades tanto a nivel parroquial, diocesano y hasta nacional para resaltar el trabajo, la entrega y el testimonio de todos los laicos que sostienen nuestra iglesia costarricense”, dijo el sacerdote.
Los nuevos santos patronos
San Luis y Santa Cecilia vivieron el servicio cristiano en la familia, construyendo cada día un ambiente lleno de fe y de amor. Su fe, poco a poco caló en el corazón de sus hijos brotando así vocaciones religiosas, entre ellas la de Santa Teresita del Niño Jesús.
Estos esposos son ejemplo de santidad a pesar de las dificultades que vivieron. Se vieron obligados a dejar la tierra en la que habían vivido siempre y se trasladaron a Lisieux, afectados por la crisis económica que asolaba Francia en ese momento. También, como muchas familias de hoy, lo que los movió a dar el gran paso fue el deseo de garantizar el bienestar y futuro de sus hijos.
Luis trabajó como relojero y joyero, mientras que Celia se convirtió en una pequeña empresaria, dirigiendo un taller de bordado. Al lado de sus cinco hijas, los Martin Guerin emplearon tiempo, esfuerzo e ingenio para salir adelante, y Dios les procuró siempre de lo necesario para solventar los gastos domésticos y ayudar solidariamente a otras familias en mayor necesidad.
La vida cristiana de los esposos Martin se abre naturalmente a la caridad para con el prójimo: limosnas discretas a familias necesitadas, asistencia a los enfermos, etc. No tienen miedo de luchar justamente para reconfortar a los oprimidos. Realizan juntos las gestiones necesarias para que un indigente pueda entrar en el hospicio, cuando éste no tiene derecho al no tener suficiente edad para ello. Son servicios que sobrepasan los límites de la parroquia y que dan testimonio de un gran espíritu misionero: espléndidas ofrendas para la Propagación de la Fe y participación en la construcción de una iglesia en Canadá.
A los santos esposos les tocó vivir en la Francia del Siglo XIX, aquejada por los problemas políticos y económicos aparecidos tras la Revolución Francesa y el expansionismo napoleónico. Eran tiempos de un creciente secularismo y abandono de la fe.
Los jóvenes se conocieron cuando Luis tenía 35 años y Celia 27. El entendimiento y el amor fue tan rápido y grande entre los dos que contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858, solo tres meses después de haberse conocido. Ambos llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y en familia, confesión frecuente, participación en la vida parroquial. De su unión nacieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente.
Las cinco hijas que sobrevivieron ingresaron a la vida religiosa. Entre ellas estaba Santa Teresita de Lisieux, la futura Santa Patrona de las Misiones; quien, de paso, ha sido fuente fundamental para comprender el proceso de santificación de sus padres. Para Santa Teresita, si algún ideal estuvo siempre presente en la mente de sus progenitores fue este: educar a sus hijas para que fueran buenas cristianas y ciudadanas honradas.
Dios llamó a Celia primero, a los 45 años, mientras que Luis le sobrevivió por varios años, hasta que cumplió 70.
El 18 de octubre de 2015, en el contexto del Sínodo sobre la Familia, fueron canonizados por el Papa Francisco, siendo el primer matrimonio canonizado de la era moderna.