Para él, la llamada vocacional es un don y un misterio. “Don porque viene de Dios como fruto de la oración de la comunidad y al servicio de la comunidad y misterio porque se concretiza en la vida de una persona, que no es ni mejor ni peor, sino un cristiano más a quien Dios llama a una vocación específica; por eso, si sienten la llamada vocacional, no tengan miedo en seguir la voz del Señor, si él te llama es porque te ama y nunca nos abandona”, afirma.
Su camino ha estado al cuidado de la Santísima Virgen, por eso de hecho, se escogió la fecha del 13 de mayo para su ordenación, fiesta de Nuestra Señora de Fátima. “La Santísima Virgen María, ha estado presente durante toda mi vida y mi proceso vocacional. Mi vocación es fruto de la oración de los Cenáculos Familiares del Rosario, movimiento al que pertenezco desde que era niño y durante todo el camino vocacional su maternal protección me ha acompañado”, aseguró el joven.
Manuel agradece a todos los que lo han acompañado en este proceso, especialmente al Padre Eduardo Ramírez, pues “su testimonio de vida, su entrega y amor por el servicio pastoral, promovió en mí una posible vocación y bajo su acompañamiento fui consciente de la llamada”.
También al Pbro. Luis Alberto Aguilar: “Fue mi promotor y acompañante espiritual, previo al entrar al seminario. Su vida ministerial siempre ha sido referente, sacerdote alegre, jovial, con una gran capacidad de reflexión”, aseguró.
Y además, por su don de escucha, al sacerdote Luis Enrique Madrigal quien lo ha acompañado durante muchos años del proceso de formación. “Es un sacerdote entregado, servicial, que ama su ministerio. Siempre disponible para la escucha”, destacó finalmente.