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¿Compostaje humano para deshacerse de los cadáveres?

By Febrero 13, 2023
La Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos. La Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos.

El llamado “compostaje humano” ya es una realidad en los Estados Unidos de América. Recientemente, el Estado de Nueva York autorizó la práctica a través de su gobernadora Kathy Hochul.

El “compost humano” es un proceso de descomposición acelerado que convierte los cuerpos humanos en tierra fértil en un mes, una práctica que es legal en otros estados desde el 2019. Nueva York es, de hecho, el sexto en permitir esta alternativa frente al entierro o la cremación, pese a las múltiples objeciones hechas por obispos y sacerdotes católicos.

Al compostaje humano, según la ley promulgada, se le conoce como “reducción orgánica natural”. El proceso se desarrolla así: el cuerpo del fallecido se coloca en un recipiente reusable junto con materia vegetal, como astillas de madera, alfalfa y paja. La mezcla orgánica crea el hábitat para que los microbios descompongan rápidamente el cuerpo en aproximadamente un mes.

El resultado final es casi un metro cúbico de abono para tierra, el equivalente a unas 36 bolsas, que, según se promociona, puede usarse para plantar árboles o enriquecer tierras de conservación, bosques o jardines.

El estado de Washington fue el primero en legalizar el compostaje humano en 2019. Le siguieron Colorado y Oregon en 2021, Vermont y California en 2022.

Quienes promueven esta práctica alegan que al contrario de los entierros tradicionales con ataúd, en la reducción orgánica natural no se gasta en madera y otros recursos naturales. Sus defensores explican que no solo es una práctica amigable con el ambiente, sino también es más practica en ciudadades donde el espacio para cementerios es limitado.

 

Implicaciones éticas

 

El compostaje humano ha despertado la molestia de sectores que se oponen a ella por cuestiones éticas, como hicieron ver en su momento los obispos católicos de Nueva York, quienes defienden que los cuerpos no deben tratarse como “desechos domésticos”.

“Creemos”, explicó el portavoz de los obispos de California, Steve Pehanich, “que la “transformación” de los restos crearía una distancia emocional en lugar de una reverencia” por los restos. Pehanich añadió que incluso los restos incinerados deben “... permanecer en un lugar comunitario acorde con la dignidad inherente al cuerpo humano y su conexión con el alma inmortal”.

La enseñanza católica sobre la inhumación y la cremación de los cuerpos recuerda que la Resurrección de Jesús confirmó la esperanza en lo más profundo del corazón humano de que hay un futuro eterno tanto para nuestro cuerpo como para nuestra alma. Y es la afirmación única de Jesús sobre el destino de nuestros cuerpos humanos lo que subyace en las enseñanzas de la Iglesia sobre la sepultura y la cremación. 

La Iglesia recomienda encarecidamente que se observe la piadosa costumbre de enterrar los cuerpos de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que se haya optado por razones contrarias a la enseñanza de la Iglesia. (Canon 1176)

El Catecismo de la Iglesia Católica (997) explica: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús”.

 

La Iglesia enseña

 

En particular, la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe “Ad resurgendum cum Christo” acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación, del 15 de agosto de 2016, establece, entre otras, estas disposiciones:

La Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos; sin embargo, la cremación no está prohibida.

Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia.

No puede permitir, por lo tanto, actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una etapa en el proceso de re-encarnación, o como la liberación definitiva de la “prisión” del cuerpo.

Además, la sepultura en los cementerios u otros lugares sagrados responde adecuadamente a la compasión y el respeto debido a los cuerpos de los fieles difuntos, que mediante el Bautismo se han convertido en templo del Espíritu Santo y de los cuales, “como herramientas y vasos, se ha servido piadosamente el Espíritu para llevar a cabo muchas obras buenas”.

Por último, la sepultura de los cuerpos de los fieles difuntos en los cementerios u otros lugares sagrados favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos.

Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación. 

En ninguna parte de su enseñanza la Iglesia Católica imagina siquiera los métodos de eliminación propuestos en la época actual. El compostaje humano y otros métodos de reducción orgánica natural como la “acuamación” (cremación en agua) están, por tanto, expresamente prohibidos.

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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