Cuando se construyó el templo de la Parroquia Nuestra Señora de la Soledad, a mediados del Siglo XIX, se dispuso la instalación de cuatro vanos para colocar unas pinturas en el ábside. Esos espacios estuvieron vacíos por más de 150 años, hasta que por fin se colocaron cuatro grandes lienzos a los lados de la imagen de Nuestra Señora de la Asunción.
El domingo 14 de noviembre de 2021, se celebró una Solemne Eucaristía, en la que se develaron y bendijeron las obras de arte realizadas por la artista Alma Fernández. Se trata de cuatro óleos de 293 cm de altura cada uno.
El Conjunto se titula: “Cuatro virtudes marianas: Humildad, Contemplación, Abandono y Confianza”. Fue donado totalmente por la autora.
Alma estuvo muy emocionada durante la Misa. “Sentí que mi corazón iba a explotar, mis manos temblaban y sudaban hasta que mi madre las tranquilizó con las suyas”, escribió en su cuenta de Facebook.
Asimismo, la artista agradeció a Dios por la oportunidad y al Padre Carlos Humberto Rojas, párroco de La Soledad, por su confianza. “A la Virgen toda mi devoción y a los ángeles mi gratitud infinita”, precisó.
Justamente, las pinturas representan a cuatro ángeles en los cielos y dan la impresión de acompañar a Nuestra Señora de la Asunción, cuya imagen está en el centro del ábside.
Los cuatro ángeles
La autora compartió que años atrás el Padre Carlos Humberto le propuso pintar las obras, no obstante, en ese momento se paralizó. “Me sentí diminuta, nunca había hecho un cuadro tan grande, menos cuatro, no sabía cómo resolver algo de tales dimensiones”, reconoció.
Pero hace tres años, el sacerdote le insistió y le recalcó: “Usted puede y más”. Eso la ayudó a sentir confianza y aceptó el reto. Se dijo: “Esto es una ofrenda, Dios me dio la posibilidad de hacerlos, esta es mi manera de agradecérselo”.
Alma tuvo libertad creativa, la única petición que recibió fue que pintara cuatro ángeles. Inició una etapa de planeación e investigación. Por ejemplo, como no tenía suficiente espacio para pintar cuadros de tales dimensiones, optó por convertir el jardín frontal de su casa en un taller. Su madre donó los bastidores y los lienzos, estos, por su tamaño, requieren cierto tipo de materiales que resistan lo suficiente. Y manos a la obra.
Comenzó a pintarlos en enero pasado. Analizó aspectos del entorno, como la iluminación del templo, la armonía de los colores, la perspectiva desde las bancas, el tamaño de la imagen de la Virgen, las proporciones adecuadas, entre otros.
Como curiosidad, a pesar de su temor a las alturas, pintó subida en una escalera, pues deseaba pintar los cuadros parados con el fin de evitar problemas de perspectiva o proporción.
La artista mencionó que durante el proceso pensó en su padre, el reconocido maestro, Rafa Fernández, fallecido en 2018, quien tenía devoción especial por la Virgen María, de hecho, una de sus pinturas es la Virgen Descalza de la Parroquia de San Pedro, en Montes de Oca.
Durante el proceso -dice Alma- acudió a la obra de su padre o recordaba cómo resolvía él en su taller aspectos de volumen o de luz. Ella, además, se propuso terminar los cuadros antes de la fecha del cumpleaños de su papá, el 24 de octubre, como un regalo para él. Así fue.
El título llegó gracias a un fiel de la parroquia, quien vio los cuadros y pasó la noche en contemplación, sugirió llamarlos: Humildad, Contemplación, Abandono y Confianza, cuatro de las virtudes de la Virgen María.
Alma estudió Arte en la Universidad de Costa Rica y también se ha formado a nivel internacional. Tiene una larga experiencia como promotora artística, fundó la Galería Kandinsky y fue directora del Museo de Arte Costarricense del año 2014 al 2016.
A pesar de toda su experiencia a nivel artístico, en esta ocasión había algo diferente, pues no se trataba de una exposición en un Museo o una galería, no eran cuadros que iban a ser vendidos y colocados en el salón de una casa o una oficina, sino en una iglesia histórica como La Soledad, Patrimonio Nacional.
De ahí que haya estado tan preocupada por la aceptación que pudiera tener la obra. Sin embargo, esta ha sido recibida de manera muy positiva por los visitantes.
El día de la inauguración, al final de la Eucaristía, el Padre Carlos Humberto invitó a los presentes a subir al ábside para contemplar los cuadros. A la autora le temblaban las piernas, al ver su trabajo tuvo una impresión que nunca había sentido en su vida, “ya no era solo yo”, declaró.
“Puse todo mi corazón, Dios lo sabe, sabe qué estaba sintiendo en ese momento, esa respuesta de la gente no la esperaba. Mi mamá estuvo enferma, le pedí a Dios que ella pudiera ver los cuadros instalados, gracias al Señor ella está mejor, cuando me subí (al ábside) pensé mucho en mi papá y mi sobrina (q.d.D.g). Soy muy bendecida y afortunada”, concluyó.
