Tradicionalmente, las personas peregrinan a los santuarios para encontrarse con el Señor. “Pueden ser un verdadero refugio para volver a descubrirse y recuperar las fuerzas necesarias para la conversión”, dice el documento en su numeral 3.
También, el Santuario es un lugar sagrado donde el anuncio de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos, especialmente de la Reconciliación y de la Eucaristía, y el testimonio de la caridad expresan el gran compromiso de la Iglesia en la evangelización (Num. 4).
Asimismo, los Santuarios están llamados a desempeñar un papel en la nueva evangelización de la sociedad actual y que la Iglesia está llamada a valorizar pastoralmente las razones del corazón que se expresan a través de las peregrinaciones a los Santuarios y a los lugares de devoción.
Justamente, Monseñor Quirós puntualizó que más allá de las peregrinaciones y otras actividades, lo más importante es tener presente la obra de salvación, a través de Jesucristo Nuestro Señor.
El Prelado recordó que el Pueblo de Jerusalén caminó por el desierto rumbo a la Tierra Prometida y que acostumbraba peregrinar al Templo de Jerusalén. De la misma forma, explicó, los cristianos peregrinan, como discípulos de Cristo, hacia la Jerusalén celestial.
El arzobispo también recordó los pasajes del Evangelio cuando Jesús echa del templo a los mercaderes y dijo: "Esta es Casa de oración." (Mt. 21, 12-13).
Mencionó además las palabras de Jesús acerca de su Resurrección: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré” (Jn. 2, 19). Jesucristo “hablaba del Santuario de su cuerpo” (Jn. 2,21).
Mons. Quirós, señaló que, unidos al Cuerpo de Cristo, al pensar en la Catedral como Santuario se hace referencia a un templo material que habla de la presencia especial del Señor en medio de todos. “Es el Señor que nos convoca, nos envía y nos invita, como dice el Apóstol San Pablo, a ser templos vivos, “santuarios del Dios vivo” (II Cor. 6, 16).
San José, peregrino en el camino de la fe
Asimismo, el pastor arquidiocesano destacó la figura de San José como modelo, en especial en estos tiempos de pandemia, pues aquel humilde carpintero supo escuchar la voz del Señor en medio de las dificultades.
Recordó, por ejemplo, cuando San José escuchó la noticia de que su prometida estaba embarazada (Mt 1,19) o cuando huyó con su esposa y el niño Jesús a Egipto (Mt 2,13). Sin embargo, escuchó al Señor (por ejemplo, a través de los sueños en Mt 1,20; 2,13.19.22), e hizo su voluntad.
Como se mencionó al inicio de este reportaje, el Papa en Patris Corde 17 escribe que San José, durante su vida, que fue una peregrinación en la fe, José, al igual que María, permaneció fiel a la llamada de Dios hasta el final. La vida de ella fue el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de aquel primer “fiat” pronunciado en el momento de la anunciación mientras que José —como ya se ha dicho— en el momento de su “anunciación” no pronunció palabra alguna. Simplemente él “hizo como el ángel del Señor le había mandado” (Mt 1, 24).
Y agrega: “Este primer “hizo” es el comienzo del “camino de José”. A lo largo de este camino, los Evangelios no citan ninguna palabra dicha por él. Pero el silencio de José posee una especial elocuencia: gracias a este silencio se puede leer plenamente la verdad contenida en el juicio que de él da el Evangelio: el “justo” (Mt 1, 19)”.