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Pasar por el infierno para llegar a Dios

By Agosto 06, 2021

“En todo lo que me pasó, concurría el bien, si no hubiese experimentado todo ese infierno, no hubiera experimentado el amor de Dios y esta vocación”.

 Luis Miguel Castillo Miranda.

 

Para contar la historia de la vocación de Luis Miguel Castillo Miranda hay leer el Salmo 116. Su relato es el de alguien que ha visto cómo, en medio del sufrimiento y con el diablo susurrándole al oído, aun en esos momentos, el Señor estaba cerca, listo para sanar sus heridas.

Este joven perteneciente al Camino Neocatecumenal fue ordenado sacerdote el pasado 5 de junio, en Italia, por imposición de manos de Mons. Giampaolo Crepaldi, obispo de Trieste.

“Tenía fe, aun cuando me decía: “Realmente yo soy un desdichado” (Salmo 116). Luis Miguel nació en Nicaragua, donde vivió hasta los 10 años. Fue una infancia difícil, víctima de abusos por parte de un familiar, lo cual repercutió en su interacción con los otros, se caracterizó por ser un niño tímido y callado.

Además, los problemas sociales y económicos en el hermano país llevaron a sus padres a tomar la decisión de migrar a Costa Rica, donde se instalaron en Tres Ríos, de La Unión.

Sus papás mantenían una relación distante con la Iglesia, de hecho, Luis Miguel fue bautizado hasta los siete años. El matrimonio encontró en el Camino Neocatecumenal un puente para acercarse al Señor.

Luis Miguel habla sobre el impacto positivo que tuvo este movimiento eclesial en su familia, por ejemplo, menciona el carácter autoritario de su padre, de formación militar, muy diferente al paternal y afectuoso que muestra hoy en día.

 

Los lazos de la muerte

 

No obstante, en un país nuevo, el chico estaba deseoso de conocer el mundo, comenzó a hacer amistades que no eran las mejores y a buscar placeres mundanos, conoció el alcohol y la pornografía.

“Me envolvían los lazos de la muerte, estaba preso en las redes fatales, me ahogaban la angustia y el pesar” (Salmo 116). A sus 16 años tuvo lugar un hecho trascendental en su vida, que marcaría un antes y un después: Intentó suicidarse al lanzarse desde el segundo piso de su casa al tendido eléctrico.

“Me sentía lejos de Dios, por todo lo que me había pasado sentía que Dios no me podía amar (…) escuchaba la voz del demonio que me decía: Mira lo que te ha pasado ¿Crees que Dios te quiere?”. Sin embargo, no recibió la descarga eléctrica.

Luis Miguel entiende ahora que el diablo no solo quería su suicidio, quería destruir una vocación. En este punto, él empezó buscar respuestas en la Biblia y dio con el Salmo 116: “Amo al Señor porque escucha el clamor de mi plegaria”.

Sintió que Jesús mismo le hablaba: “Todo lo que sufriste desde tu infancia yo lo viví”. Cristo entonces no estaba lejos, al contrario, estaba cerca. Desde entonces, él le dice a la gente que Dios siempre tiene una palabra para todos.

 

La vocación

 

Efectivamente, Luis Miguel sentía el llamado al sacerdocio, pero él mismo se despreciaba, sentía que no podía, que no era capaz; él, un chico tímido, callado, incapaz de expresarse sin tartamudear, que había vivido lo que había vivido, que había hecho lo que había hecho ¿cómo podría ser pastor de almas?

Un día, tuvo un encuentro con un sacerdote del Camino Neocatecumenal, tenía 50 años y un cáncer. Ese cura en estado de desahucio era capaz de sonreír y de transmitir una alegría contagiosa. “Yo quería ser como él. Él estaba muriendo, pero yo veía a un ángel”, dijo el joven.

Al finalizar el retiro, hicieron un ejercicio, los participantes tenían cerrar los ojos, orar y si sentían el llamado de Dios debían ponerse en pie. Luis Miguel se levantó. Fue el primer paso.

Luego, hizo una larga confesión, descubrió en todo su esplendor el amor y el perdón de Dios a través de la Iglesia, un descubrimiento que continuaría durante el resto del proceso de discernimiento.

Más tarde, por medio de una tómbola se decidió su destino. Sería enviado al Seminario a Trieste, Italia, para llevar a cabo su formación. En esa época, cada vez que hubo una crisis, recurrió a aquel Salmo 116: “Ha librado mi alma de la muerte, de lágrimas mis ojos y mis pies de dar un paso en falso”.

Cuando tuvo lugar el Rito de Admisión a las Órdenes Sagradas, los aspirantes deben madrugar, orar y a la manera de San Francisco, deben abrir un pasaje de la Biblia al azar. Tal vez sea innecesario decir el número del Salmo que apareció ante él, su dedo apuntaba a la línea que dice: “¿Cómo le devolveré al Señor todo el bien que me ha hecho?”

“En todo lo que me pasó, concurría el bien, si no hubiese experimentado todo ese infierno, no hubiera experimentado el amor de Dios y esta vocación”, comenta.

Su obispo seleccionó el sábado 5 de junio como el día para celebrar las ordenaciones sacerdotales. Durante la ceremonia litúrgica, en el marco del Corpus Christi, se leyó el Salmo 116: “Alzaré la copa por una salvación e invocaré el nombre del Señor”.

 

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Danny Solano Gómez

Periodista, licenciado en Producción de Medios, especializado en temas de fe católica, trabaja en el Eco Católico desde el año 2009.

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