Sufrió calumnias, críticas e incomprensión de sus enemigos y por parte de algunos que querían evitar la disciplina y las exigencias morales. Los adversarios buscaron más de una oportunidad para matarlo y San Josafat les llegó a decir: “Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice”.
Primer santo de Oriente
San Josafat fue canonizado por el Beato Pío IX, siendo el primer Santo de la Iglesia de Oriente con un proceso formal. Durante el Concilio Vaticano II, y a solicitud del Papa San Juan XXIII, los restos de San Josafat fueron puestos en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.
Reconocimiento
El Papa Pío XI, en su Carta Encíclica “Ecclesiam Dei” escribió que San Josafat “comenzó a dedicarse a la restauración de la unidad, con tanta fuerza y tanta suavidad a la vez y con tanto fruto que sus mismos adversarios lo llamaban “ladrón de almas”.