Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio
Los discípulos ambiciosos
El Evangelio de este domingo vuelve a tener ese tinte casi sobrecogedor, ante un Jesús que dice cuál es la meta hacia la cual se dirige: la entrega, el juicio, la muerte y la resurrección.
Y al mismo tiempo, aquellos de los que cabría esperar un mayor entendimiento, de cuanto el Maestro anunciaba, se les ve ocupados en algo tan banal como andar jugando a los azares del poder, a las “mieles” del poder y a las influencias fáciles.
Hay una abismal diferencia entre el drama de Jesús y la frivolidad de los discípulos… Los hijos del Zebedeo hablaban de cargos y de ministerios. Jesús hablaba de carga dulce y humilde servicio. Luego vendrá el escándalo de los demás discípulos, cuando se enteraron de las maquinaciones de Juan y Santiago.
Pero tampoco ellos darán muestras de haber comprendido, más de lo que entendieron estos dos. De modo que Jesús está solo ante su propio drama de excesivo amor, hacia aquellos que para nada le entienden.
La tentación es la de siempre: la prepotencia incontestable, al prestigio suntuoso, a la influencia grandilocuente. La palabra de Jesús, avalada por su vida hasta el final, va por otros derroteros. Y los grandes santos como los grandes profetas de siempre, nos han ofrecido en su palabra y en sus acciones, el mejor comentario a este Evangelio de hoy.
No hacer como hacen los grandes de este mundo, en el afán de poder y de dinero, de fama y de dominio, sino ser concretos en nuestro modo de servir, de dar la vida en cada tramo del camino, en cada gesto y situación: acoger, escuchar, ofrecer, perdonar, compartir, animar, vendar heridas interiores o externas, anunciar la Buena Noticia del buen Dios.
Preguntémonos: ¿A qué servicio concreto salvador y misericordioso nos llama Dios a cada uno? ¿O soy como aquellos discípulos ambiciosos?
Pbro. Mario Montes M.