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Sagradas Escrituras: Dos contrincantes

By Pbro. Mario Montes M. Marzo 06, 2023

Hablando de los ángeles en la historia bíblica, una noche a Jacob le sucedió un extraño y violento encuentro con un ángel que, al final, resultó el mismo Dios. Veamos lo que le sucedió:

Aquella noche, Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Yaboc. Después que los hizo cruzar el torrente, pasó también todas sus posesiones. Entonces se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Al ver que no podía dominar a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, y el fémur de Jacob se dislocó mientras luchaban. Luego dijo: “Déjame partir, porque ya está amaneciendo”.  Pero Jacob replicó: “No te soltaré si antes no me bendices”. El otro le preguntó: “¿Cómo te llamas?”, “Jacob”, respondió. Él añadió: “En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.

Jacob le rogó: “Por favor, dime tu nombre”. Pero él respondió: “¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?”. Y allí mismo lo bendijo. Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Penuel, porque dijo: “He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida”. Mientras atravesaba Penuel, el sol comenzó a brillar, y Jacob iba renqueando del muslo. Por eso los israelitas no comen hasta el presente el nervio ciático que está en la articulación del fémur, porque Jacob fue tocado en la articulación del fémur, en el nervio ciático (Gén 32,23-33)

 

¿Quién era ese extraño ser?

 

El episodio de esta lucha de Jacob se ubica camino a Betel, donde tiempo atrás, él se había encontrado con Dios (Gén 28), huyendo de su tío Labán. Tenía miedo de encontrarse con su hermano Esaú que, como sabemos, había sido burlado dos veces por Jacob, hombre tramposo y ladino (Gén 25,19-33; 27). Ahora teme por su vida y la de su familia, pues Esaú le guardaba rencor (Gén 32,22). Y es allí, en el río Yaboc, afluente del Jordán, donde se encontró solo y atemorizado pensando en lo peor… Es allí donde se entabla esta lucha con un ser extraño y se “agarra” con él, como decimos popularmente, en una lucha cuerpo a cuerpo.

Se habla aquí de un individuo, sin decir quién es ¿Un genio, duende, numen, ángel, demonio, etc? ¿Es alguna persona del santuario cananeo de Yaboc, que vivía y merodeaba en una especie de recinto sacro, donde Jacob intentó pasar la noche? ¿Alguien que cuida de aquella quebrada, que no permite el paso? En aquella lucha, Jacob comienza a darse cuenta que aquel ser, a quien no distingue claramente en la madrugada, es alguien con poderes sobrenaturales, pero, al no poder dominar a Jacob, le “echó una llave” en el muslo. Aun así, Jacob no lo suelta para que no se le escape: “No te soltaré si antes no me bendices”. Primero Jacob lucha con él, forcejea, pero este ser lo deja renqueando y luego lo obliga a bendecirlo y le pregunta su nombre. Obtiene la bendición, pero no el nombre… Y desaparece al salir el sol, casi como huyendo del día, dejando a Jacob maltratado y cojeando.

¿Se trata de una divinidad o alguien parecido a la Cenicienta que, en su cuento, tiene que salir corriendo a medianoche, pues se le acaba su encanto mágico?  Porque tiene poder en la noche oscura, pero no en el día. Y al desaparecer, Jacob vuelve en sí. Resulta que aquel extraño personaje era Dios, que lo deja marchar con vida, aunque cojeando, para luego enfrentarse con su hermano Esaú (ver Gén 33,1-17). Claro está que el relato no es histórico, sino una catequesis cargada de leyenda y misterio, una escena sugestiva de las más extrañas del Antiguo Testamento, a la que llamamos “la lucha de Jacob con el ángel” (ver también Os 12,4b- 5). Aunque ya podemos ver claro que no era un ángel, sino Dios. Su descubrimiento en aquella historia es lento, pero a la vez, progresivo.

Al comienzo se habla de un “individuo”, de un hombre. Jacob no sabe quién es, pero el otro le insinúa algo, al decirle que “has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” ¿Cuándo luchó Jacob con esos dioses? Solamente aquella noche en el río Yaboc. Jacob quiere identificarlo, pero él no le responde. Solamente cuando se va, previa su bendición, Jacob se da cuenta que era Dios y como recuerdo doloroso de su pelea, le queda su renquera.

El relato quiere explicar, por una parte, el cambio de nombre de Jacob (suplantador, tramposo), por uno nuevo: Israel, “el fuerte”; como también el origen de un santuario llamado Penuel, que significa “cara de Dios” y la costumbre dietética  en Israel, de no comer  el tendón del muslo, “porque Jacob fue tocado en la articulación del fémur, en el nervio ciático”. Y más que aquel accidente tan dramático, lo que ocurrió fue un cambio en la persona de Jacob, en su encuentro tan desigual con Dios, hoy llamaríamos “una conversión”.

 

La lucha del nuevo Jacob, Jesús

 

Una noche oscura y terrible como aquella, el Hijo de Dios se enfrentó a su Padre Celestial, en el huerto de Getsemaní: “Padre, si quieres aleja de mí este cáliz de amargura, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 2,42). Hubo un “forcejeo”, aunque se dice que fue una sola vez. El Evangelio cuenta que Jesús oró durante un buen rato, volvió a donde estaban sus discípulos y regresó a su lugar para seguir orando. Dando a entender que en verdad hubo un forcejeo, una “pelea” del Hijo con su Padre. Lo llamaba Padre, pero seguía luchando: Entonces, se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo (ver Lc 22,41-44)

Siempre hemos pensado que era agonía previa a la muerte, pero resulta que la palabra agonía en griego, significa lucha o combate. El misterioso y silencioso ángel, lo que hace es darle fuerzas a Jesús para que siga combatiendo y luchando, a tal punto que Jesús suda “a mares” como decimos, como gotas de sangre (no que sudó sangre). Es la prueba del combate que Jesús está teniendo para que venza la voluntad del Padre. En eso, Jesús se convierte en modelo de todo cristiano. Y por eso necesitamos de un ángel que nos fortalezca, en aquellos difíciles momentos en que, a veces, “nos peleamos con Dios”. A veces salimos como Jacob, renqueando…, pero vivos.  Y Jesús se levanta aquella noche, para triunfar sobre la muerte, resucitando.

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