Conoció a Jesús gracias al testimonio de Pedro, quien lo llamaba “hijo mío” (1 Ped 5,13). En su casa se reunían varios cristianos para orar y a la que asistía el apóstol Pedro (Hech 12,12), comunidad que estaba dirigida por Santiago, el hermano del Señor (Hech 12,17). Una antigua tradición nos atestigua que es la misma casa en la que el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Eucaristía, que conocemos como el cenáculo, y que el hombre que llevaba el cántaro era el propio Marcos, detalle conservado por el evangelista y mencionado también por San Lucas (Mc 14,12-16; Lc 22,7-13). Aquellos primeros creyentes, como ya hemos visto, eran partidarios de que los primeros cristianos vendidos del paganismo, guardaran las prescripciones del judaísmo, cosa que quedó zanjada en el llamado Concilio de Jerusalén (Hech 15; Gál 2,11-14).
De momento, San Lucas no nos dice la razón por la cual Juan Marcos había abandonado la primera misión, regresando a Jerusalén. Ahora, vemos que Bernabé quiere llevarlo a esta otra misión y Pablo no estuvo de acuerdo, alegando precisamente este abandono de su tarea apostólica, provocando un agrio altercado entre ambos, que lamentablemente terminó separando a estos dos grandes misioneros. Al respecto, escribe el Padre Pablo Richard, de feliz memoria, lo siguiente:
“En Antioquía, al cabo de algunos días, Pablo toma la iniciativa y propone a Bernabé visitar las comunidades ya evangelizadas. Bernabé acepta, pero propone llevar a Juan Marcos, a lo cual se opone Pablo, pues Juan se había separado de ellos en Perge y «no les había acompañado en la obra» (13,13). Como cada uno insiste en su propósito, se produce la ruptura entre Pablo y Bernabé. ¿Quién tiene razón? Siempre se salva a Pablo y se culpa a Bernabé y a Marcos. ¿No es posible pensar lo contrario?
Pienso que Bernabé tiene razón. Pablo quiere volver a las ciudades ya evangelizadas, para consolidarlas y entregarles las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén (16,4-5). La voluntad del Espíritu Santo, sin embargo, no es ésa, sino la evangelización de los gentiles de Macedonia y Grecia (16,6-10). Ésa es también, posiblemente, la intención de Bernabé (y de Lucas).
Marcos no es un inconstante, como se empeña en presentarlo Pablo, sino, por el contrario, un helenista radical, en la línea misionera del Espíritu Santo. Por eso Bernabé quiere llevarlo a toda costa. En esta discusión es Pablo el que falla… Lo que aquí interesa es ver la intención del autor, el sentido de la narración tal como aparece en Hechos…
En la trama de Hechos, según 15,41 - 16,5, es Pablo el que no está en la estrategia misionera del Espíritu. Bernabé y Marcos, en cambio, sí lo están. Cuando Bernabé decide tomar a Juan Marcos (v. 39), el texto lo llama únicamente por el sobrenombre -Marcos-, para destacar su condición de helenista (y quizá para identificarlo con Marcos, autor del segundo evangelio, ya conocido como tal cuando Lucas escribe Hechos). Bernabé parte a Chipre para dirigirse después, probablemente, a Macedonia y Grecia, que es adonde el Espíritu quiere llevar la misión.
También es posible que Bernabé vaya a Pafos (en Chipre), ya que es ahí donde Pablo, “lleno del Espíritu Santo” (única vez), rompió con el falso profetismo judaico representado por Bar Jesús y se identificó con Sergio Paulo, gentil deseoso de escuchar la Palabra de Dios (13,6-12).
En el inicio de la misión de la Iglesia de Antioquía, en 13,1- 4, es muy diferente la situación: es el Espíritu Santo el que toma la iniciativa y el que elige directamente al equipo misionero, y es toda la Iglesia la que interviene. Ahora Pablo toma la iniciativa, y se rompe el equipo del Espíritu, configurado por Pablo y Bernabé. Se rompe, porque Pablo no actúa conforme a la estrategia del Espíritu. De Bernabé ya no se habla más en Hechos, porque ya está en la línea del Espíritu.
Como ya dijimos a propósito de Pedro, Lucas sigue a sus personajes hasta que éstos responden del todo a la voluntad del Espíritu; después desaparecen del relato. Silas, el misionero elegido por Pablo en lugar de Juan Marcos, era dirigente y profeta en la Iglesia de Jerusalén (cf. 15,22.32). En la mente de Lucas, era asimismo ciudadano romano, al igual que Pablo (cf. 16,37)…” (Richard Pablo. El movimiento de Jesús antes de la Iglesia. Una interpretación liberadora de los Hechos d los Apóstoles, pp 115-116).
Finalmente, vemos a Marcos acompañando a Pablo encarcelado, años después, 56-57 (Flm 23). Y, para el año 70, le debemos el Evangelio que lleva su nombre, el primer Evangelio, la primera biografía escrita sobre Jesús de Nazareth. Probablemente murió en el año 68 d.C., de muerte natural, según una relación, y según otra, como mártir, en Alejandría de Egipto. De Alejandría fueron trasladadas sus reliquias a Venecia el año 825, cuya República lo adoptó como celestial patrono, erigiendo en su honor la maravillosa Basílica de San Marcos, y tomando el símbolo del evangelista (el león alado con el libro del Evangelio) como su escudo, que esculpió en todos sus monumentos y posesiones.