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No hay personas cultas: hay personas que se cultivan

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Máster en Comunicación Política, UCR Agosto 19, 2024

Hace tiempo quería hablar sobre un ilustre costarricense a quien conocí y agradecí su amable trato para conmigo, su exquisita cortesía para el dialogo cultural y su reflexiva forma de hablar de temas tan diversos e importantes, hablo del renombrado escritor y dramaturgo, Daniel Gallegos Troyo.

Nació en San José, Costa Rica, en 1930, luego de lo cual viajó a los Estados Unidos, donde vivió su adolescencia. Regresó al país en 1951, donde ingresó en la Universidad de Costa Rica para cursar la carrera de Derecho, de la que se graduó como abogado en 1957. Realizó un postgrado en la Universidad de Nueva York. En esta ciudad estuvo en contacto con el teatro, por lo que decidió seguir este arte como vocación. Participó como dramaturgo, director y actor en importantes centros de teatro en Londres, Nueva York, París y México, teniendo contacto con personalidades de la talla de Peter Brook, Peter Weiss y Jerzy Grotowski.

En Costa Rica, fue director del Teatro Universitario entre 1963 y 1979, época trascendental para el desarrollo de la actividad teatral en Costa Rica, de la que Gallegos tuvo una participación determinante al ser el fundador y luego director de la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica, entre 1969 y 1976 y de la cual es profesor emérito.

En 1990 ingresó como miembro de la Academia Costarricense de la Lengua, ocupando la silla L. Su primera novela, "El pasado es un extraño país", ganó el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en la rama de novela en 1994. Cuatro años después, en 1998, el Ministerio de Cultura de Costa Rica le homenajeó con el Premio Nacional de Cultura Magón, por su producción teatral, su narrativa y sus contribuciones a la cultura y el arte costarricense.

Falleció el 21 de marzo de 2018, en la ciudad de San José. Su contribución a la identidad artística de nuestro país hizo que obligatoriamente me interesara por conocerlo y conversar con él, cuando lo conocí ya que teníamos amigos en común, me hizo discretamente un severo examen de cultura universal, donde no faltaron preguntas sobre que libros de escritores latinoamericanos había yo leído, se interesó por conocer mi formación filosófica, creo que aprobé su examen y eso permitió que en varias veces nos viéramos para compartir un café.

Don. Daniel Gallegos estaba convencido de la imperiosa urgencia de que la cultura en sus diferentes expresiones fuera considerada como prioritaria, en las agendas políticas, me hablaba de su interés porque en las comunidades las municipalidades, crearan escuela de arte, donde se enseñara artes escénicas y conversatorios de cultura universal, que permitieran la formación humanística de los jóvenes y niños y niñas.

Para qué sirve la cultura de un país. A quienes les “sirve”. Por qué el Estado debe invertir y proteger la cultura y qué es exactamente invertir y proteger la cultura.

Estas cuestiones parecen a primera vista superfluas o secundarias en esta coyuntura de profunda crisis en la que hay personas que no comen o que mueren de frío o de hambre, que no tienen vivienda, ni salud ni educación, ni posibilidades. Si entendemos por prioridades a aquellas cosas que no deben ser la variable de ajuste de ninguna medida, es allí donde la Cultura debe ser una prioridad, tanto como la comida, la educación y la salud.

Cultura es por definición, lo propio, lo que no se puede importar, aquello que, si no se fabrica, no es cultura.  Es otra cosa, opuesta por el vértice, es penetración cultural, es falta de sentido de pertenencia, es falta de sentido de identidad, es falta de conciencia de soberanía y es falta de autoestima.  Pensar que una política cultural está hecha solo para que los artistas se expresen es la falacia donde se apoya el malentendido fundacional de los argumentos acerca de que la cultura es un gasto innecesario.

Porque nadie diría que una política de salud pública se implementa para que los médicos practiquen, ni una política educacional para que los maestros se expresen, aunque por supuesto también se boicotean insumos y salarios, y también aquí, el destinatario es el pueblo.

Es muy simple, un país para pocos, un país donde las mayorías sientan y naturalicen que no tienen siquiera derechos básicos y que por lo tanto la cultura es un gasto recortable, germen sobre el que crece la certeza de que la identidad no existe, que solo queda el destino triste de mirar desde afuera, es decir de estar excluido. Y es eso lo que está en juego. Ser. Nada menos que ser.

"Quien nace cineasta viene con una urgencia: utilizar o fabricar imágenes para testimoniar la historia, transmitir el asombro, los sueños, la poesía”.

Esto no es nuevo, siempre fue así... el narrador que nos precedió, el más remoto, se ahonda en el misterio de los tiempos. Lo hizo Dios como herramienta para contar su obra, la creación, la vida.

Yo diría que la primera proyección la provocó la estela errante de una estrella y el primer narrador fue ese lejano padre que al verla transcurrir le transmitió el asombro de esa maravilla a su circunstancial compañero con un gesto, porque aún no se había afinado la palabra.

Pasado el tiempo hilvanó el sonido y le dijo estrella a la estrella y narró su caída, y al fuego, fuego y describió para asustarnos el infierno y suavizó el sonido y le narró la vida y le brotó algún canto y les contó de las flores, del amor y sus frutos.

Día a día fue mejorando la técnica de la fascinación y el asombro y dijo: 'Yo quiero que no se acabe el Hombre' y lo raspó en la piedra y pasaron los tiempos y trazó su aventura en las cuevas de Altamira, pero no le bastó, y con los siglos dibujó la palabra y la incrustó en la arcilla.

Es así como hoy permanecen nuestros remotos sueños y los dioses que fueron. Los imperios nacidos 'para siempre' y que hoy son arena... Ese es nuestro oficio... testimoniar el llanto, testimoniar la historia, cantarle a la pasión, a la poesía: ser memoria." Gracias, Daniel Gallegos, su recuerdo es una llama que mantengo encendida en mi memoria y en mi corazón, yo al igual que usted, estoy convencido que invertir en cultura es invertir en la construcción de mejores personas.

Sólo somos curiosos en proporción con nuestra cultura”. Jean-Jacques Rousseau

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