Jeffrey lo tiene claro. “Yo respondo a un llamado de Dios, es un carisma que no es mío, es prestado, Dios mismo me dice cómo usarlo y cómo ponerlo en ejercicio”, dice con humildad. Y agrega: “Como dice San Juan Bautista: Que él crezca y yo disminuya” (Juan 3:30).
Respecto a su discapacidad, menciona que de repente algunas personas podrían verlo como “el ciego” y quizá piensen que por eso no podría servir de la manera que lo hace, como ocurre en general en la sociedad, pero él siente que Dios lo guio y lo puso a servir a la Iglesia.
Desde 2018 este músico canta y toca el órgano en la Catedral Metropolitana. De niño formó parte de coros seculares, aprendió a tocar la guitarra en una academia y luego, cuando estaba en el colegio, su hermana le enseñó a tocar el piano. Con el tiempo, organistas como Ricardo León le enseñaron a tocar este instrumento.
Jeffry también fue monaguillo en San Antonio de Coronado. En 2010 comenzó a cantar en misas en una filial, luego, cuando su familia se trasladó a vivir a San Jerónimo de Moravia, se integró a la parroquia.
Comentó que inevitablemente su discapacidad visual le ha traído dificultades de una u otra forma, sin embargo afirma que “cuando uno tiene la experiencia de Dios cambia la perspectiva de las cosas”. Y agregó: “Deja de ser una situación lúgubre, triste, comienza a ser más bien una situación redentora”.
“Jesús no se podía mover, por la sangre en sus ojos quizá no podía ver, es una condición en la que, por amor, experimenta la discapacidad y ¿por qué no decirlo? me ha dado la bendición de estar cerca de su Cruz”, dijo el músico.
Según mencionó, se trata de ver la mano de Dios que no se presenta solo para que “un ciego vea o un sordo escuche o un paralítico camine, la gracia de Dios está en el amor que Él hace germinar en cada uno”.
Un dato curioso es que Jeffry, por su condición, no lee las partituras, así que saca todas las piezas musicales a puro oído, las memoriza y las practica antes de interpretarlas.