Para aprovecharla como se debe, el equipo de Pastoral Social-Cáritas de la Arquidiócesis ha elaborado un subsidio (https://bit.ly/3ZSZVlp) en el que se propone un itinerario de reflexión y de oración a partir del mensaje del Papa para Jornada Mundial de los Pobres, titulado “No apartes tu rostro del pobre (Tb 4,7)”, así como de la parábola del Buen Samaritano.
Se explica que la decisión de articular y unir ambos momentos responde al empeño de visibilizar los esfuerzos “que como comunidades parroquiales y como Iglesia Arquidiocesana realizamos para acoger, proteger, promover e integrar a las personas que hoy tienen tantos rostros sufrientes: empobrecidos, migrantes, mujeres jefas de hogar, personas en situación de calle, consumidores de sustancias psicoactivas y tantos rostros más que ustedes y yo podemos agregar”. “Tanto la Semana del Buen Samaritano como la Jornada Mundial de los Pobres, en nuestra Arquidiócesis quieren ser una experiencia que nos lleve a mirar con atención y desde la compasión y misericordia a las personas sufrientes, sus condiciones de vida y sus situaciones para comprometernos en transformarlas buscando para todos “condiciones de vida más humanas” (Populorum Progressio 20)”, se confirma.
“Todos los días somos testigos de un conjunto de situaciones que se conjuntan y afectan la vida de las personas y comunidades, las cuales muchas veces nos abruman y nos inquietan, sim embargo ante estas realidades somos invitados a semejanza del sabio Tobit, en el Antiguo Testamento a confiar en la bondad y misericordia de Dios y desde esa confianza seguir realizando nuestras obras de justicia, caridad y misericordia, sin olvidarnos de los pobres”.
Citando el mensaje del Papa, el equipo organizador recuerda que “vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres”, (…) “Se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás”. “La parábola del buen samaritano no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona”, concluye.