Andrés, de 28 años de edad, hace una analogía con el Evangelio de San Juan 1,35ss, cuando Jesús ve a los dos discípulos y les pregunta “¿qué buscan?” Y ellos le responden: “Maestro ¿dónde vives?” Y la gran respuesta de Jesús “vengan y verán”.
“Para mí -cuenta-, fue el sábado 31 de julio y 1 de agosto en CAJUCA (Campamentos Juveniles Católicos), en medio de un grupo de jóvenes. Ese encuentro de Jesús fue tan hondo que cuando regresé a mi casa mi hermano me dijo: “Lo veo diferente, pero no entiendo qué es”. Y yo no era consciente de lo que Jesús estaba haciendo en mí”.
Era una satisfacción diferente a la que sentía en otras actividades artísticas y deportivas en las que participaba, según comentó. Conforme crecía en el servicio eclesial experimentaba regocijo y plenitud. “En términos de discernimiento ignaciano, vivía el consuelo y la paz dinámica que no encontraba en otro lugar”, expresó.
Ya en la universidad, Andrés comenzó a cuestionarse con más fuerza qué camino debía tomar e inició un proceso de discernimiento para descubrir si era al matrimonio, al sacerdocio, a la vida religiosa… Hasta que en 2014 optó definitivamente por ingresar al Seminario.
“Hoy ya a pocas días de la Ordenación Diaconal me encuentro con un profundo agradecimiento con Dios por tanta providencia y por ponerme en el camino a tantas personas que de alguna u otra forman han contribuido a forjar mi respuesta vocacional, porque en definitiva este camino no se puede hacer solo”, afirmó.
Andrés agrega que su vocación es fruto de la oración y del testimonio de muchas personas, “quienes me llevan ser consciente de la responsabilidad a lo que Dios me llama, a tomar la cruz y seguirlo”.
Asimismo, subraya que no se trata de realización personal, sino de un llamado al servicio, que espera responder con mucha alegría. Él dice: “Quiero entregar de forma sincera y libre mi vida por Cristo, y aún en medio de mis limitaciones, virtudes y defectos, me apasiona poder vivir la Buena Noticia de Jesús: “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn 15,12). “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5,43-44).