Al ser adulto escuche por primera vez la palabra resiliencia o entereza, que es la capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos.
Me dije a mi mismo que sin saber que existía esa definición fui y soy una persona resiliente, a veces las personas señalan y condenan errores ajenos, sin conocer la historia el dolor que ha vivido y sufrido la persona a la que están condenando o criticando.
Aprendí que resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras.
Significa “rebotar” de una experiencia difícil, como si uno fuera una bola o un resorte.
La resiliencia es una aptitud que adoptamos algunos individuos que nos caracterizamos por adoptar una postura ante la superación de una adversidad de mucho estrés, con el fin de pensar en un mejor futuro. No obstante, no todas las personas poseen esta característica, aunque tampoco se relaciona con la genética.
A veces las personas no saben que poseen esta habilidad. La descubren únicamente cuando se encuentran en medio de una situación difícil, y que logran superar gracias a su ímpetu de lucha y de seguir adelante. En mi formación profesional como Orientador Familiar, descubrí que, en base a mi experiencia de superación, puedo y debo ser ejemplo de que podemos reinventar en positivo nuestras vidas y salir adelante, fortalecidos para servir a quienes muchas veces, viven en la Penumbra de la soledad, el rechazo social y familiar.
Aprendí a perdonar y a perdonarme, el perdón es una decisión, un proceso es una actitud.
Hay muchas formas de definir el perdón, porque puede significar algo diferente para cada persona. Perdonarse y perdonar es una decisión para estar bien con uno mismo, antes que con los demás. El perdón a nosotros mismos es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos pase lo que pase.
Para algunas personas es una decisión, una actitud, un proceso, una forma de vida, algo que ofrecemos a los demás, algo que aceptamos para nosotros.
La práctica de la fe me ayudó muchísimo a darle sentido a mi vida, logré sustituir mi familia de infancia por amigos y amigas que me introdujeron a sus vidas familiares como un miembro más, cuando me invitan a sus reuniones familiares a celebraciones de navidad, cumpleaños etc, yo mismo me digo que no puede ser que existan estas personas que me amen, que se preocupan por mí, por mi bienestar, por mi salud, que conociendo los traumas de mi infancia curen mis heridas a base de su amor y comprensión.
Una gran experiencia, fue cuando por el COVID-19 en el año 2020, fui hospitalizado en el CEACO, donde trasladaban a las personas más graves, yo tenía a mi favor todos los números del talonario para ganar la rifa y morir a causa de las enfermedades crónicas que padezco, no existían vacunas para tratar el COVID, todos los tratamientos eran experimentales, pero saben qué… saberme querido por tantas personas aumentó mi resiliencia y ganas de vivir, quería salir de ahí para abrazarlos y abrazarlas a esas personas que estaban verdaderamente preocupadas por mi salud, quería decirles les quiero, darles las gracias, logré sacudirme el polvo del dolor del fracaso, de la vivencia de una terrible agresión infantil, y estar hoy aquí más fuerte que nunca.
“No dejemos que el pasado nos diga, quiénes somos, dejemos que sea el presente, quien diga quiénes seremos”.
