En nuestra condición de seres humanos, nuestra salud y la de nuestros seres queridos es un asunto de preocupación cotidiana. Cualesquiera que sean nuestra edad, género o antecedentes étnicos y socioeconómicos, consideramos que la salud es nuestro bien más básico y fundamental.
Logré con ayuda profesional entender que al ser un sobreviviente del suicidio me convertía en una persona sujeta a la búsqueda de ayuda profesional, logre tener y tengo excelentes, terapeutas, que enseñaron que esa búsqueda de ayuda, no me hace menos persona, renuncié al miedo y al estigma que en la sociedad persiste de señalar a quienes somos consumidores de servicios profesionales de salud mental, en mi formación universitaria como orientador familiar y educativo, tuve excelente maestros en orientación que me marcaron la cancha y me demostraron la importancia que tiene la salud mental para quienes nos formamos como orientadores.
Por otra parte, un mal estado de salud nos puede privar de asistir a la escuela o al trabajo, de cumplir con nuestras responsabilidades familiares o de participar plenamente en actividades comunitarias. Asimismo, estaríamos dispuestos a realizar numerosos sacrificios, si estos nos garantizaran que nosotros y nuestras familias vamos a vivir una vida más larga y saludable.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la definición de salud es un estado de completo bienestar, físico, mental y social, y no la simple ausencia de enfermedad.
Este enfoque holístico es relativamente novedoso e indica un cambio en la manera de entender “el derecho a un nivel de vida adecuado que asegure la salud y el bienestar”, consagrado por primera vez hace 70 años en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Hace poco, un medio de información nos señala que existe una lista de espera amplia para acceder a los servicios de Psiquiatría de nuestro sistema de salud, recuerdo haber leído, un informe sobre el derecho a la salud mental, donde un experto de las Naciones Unidas en derecho a la salud, el Sr. Dainius Pūras, señaló que, a pesar de que es evidente que no puede haber salud sin salud mental, en ningún lugar del mundo la salud mental se encuentra en plano de igualdad con la salud física, en términos de presupuesto o educación y práctica médicas.
Los procesos participativos en salud mental deben fomentar el desarrollo social y empoderamiento comunitario, logrando que sean concertadas y reconocidas las necesidades e intereses de las personas, familias, cuidadores, comunidades y sectores sociales, así como que tengan incidencia en las decisiones de interés colectivo, fortaleciendo las relaciones entre el estado y la sociedad.
Asimismo, se deben propiciar estrategias que promuevan la exigibilidad de derechos, liderazgo, gestión y movilización social, me llena de alegría que la CCSS, acaba de designar una especialista en Psiquiatría que estoy seguro, trabajara en la construcción de la salud mental de manera propositiva y participativa, con actores claves, como el Consejo Nacional de Salud Mental, la Asociación Costarricense de Psiquiatría, Colegio de Psicólogos, Colegio de Profesionales en Orientación, todo de la mano de la sociedad civil, convirtamos en fortalezas este reto que se nos presenta, que es darle a la salud mental, la importancia que merece en la construcción de los determinantes de la salud.
Las emociones inexpresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde de peores formas (Sigmund Freud)