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Nuestro niño o niña interior, sanidad y perdón

By Ciudadano Willy Chaves Cortés / Máster en Comunicación Política, UCR / Orientador Familiar, UJPII Septiembre 11, 2023

Siempre me ha gustado aprender sobre el niño interior, es hermoso cuando se nos dice que debemos amarnos y sanarnos desde los recuerdos de nuestra infancia.

Fui adoptado cuando solo tenía cinco días de nacido, mi madre adoptiva me amó, me cuidó y me protegió, no así mi padre adoptivo ni mis hermanos, quienes siempre fueron mis agresores más violentos y crueles. Crecí como miedos y con temores, mi casa era un círculo de violencia. Solo contaba con el amor incondicional de mi madre, que sufría violencia por amarme y cuidarme. Mi padre adoptivo enseñó a mis hermanos adoptivos a odiarme y a golpearme, él nunca aceptó mi adopción.

Mi maestra de Kínder sin preguntarme nada, me llevaba a su casa como medio de protección y me introdujo en esa pedagogía del niño interior que debía ser amado y sanado.

Para poder enfrentarse a estas situaciones de alta carga emocional, los niños necesitan experimentar relaciones de confianza sólidas, comprensivas, estables, amorosas, respetuosas y cariñosas.

Unos vínculos que les protejan y acompañen emocionalmente a enfrentarse a las dificultades naturales de la vida, como responsabilidades, situaciones sociales adversas, nuevos escenarios, cambios, etc.

Pero no todos tenemos el acceso a esas relaciones todo el rato o en el nivel que necesitaríamos.

Por ejemplo, puede que los responsables de cuidarnos (padres, maestros, educadores, etc.), estuviesen ocupados, o preocupados y no quisiéramos molestarlos con nuestras historias. O puede que, ellos mismos, no tuvieran las habilidades emocionales para acompañarnos a resolverlas.

Porque en su propia historia de aprendizaje tampoco las tuvieron. Y en otros casos, puede que fueran ellos mismos los que nos criticaban o exigían. Generalmente desde la buena intención de ayudarnos a crecer, pero con un enfoque inadecuado.

Nuestra mente empieza a funcionar igual que de pequeños. Entonces aparecen las ideas infantiles que teníamos en esos difíciles momentos. También nuestros diálogos internos en su forma y contenido. Así como las creencias negativas inconscientes sobre uno mismo, los demás y la vida.

Por ejemplo, imaginemos que hoy en día estamos en un grupo de amigos y  amigas y notamos que no nos hacen caso. Esta situación puede evocarnos experiencias negativas de integración en grupo. Entonces, el pensamiento puede acelerarse tratando de comprender qué está pasando, qué hemos hecho mal, o por qué no nos atienden.

Y comenzamos a buscar soluciones rápidas y desesperadas para evitar el malestar. Generalmente, los niños en situaciones difíciles tienen pensamientos intensos, negativos, de blanco o negro, o catastrofistas.

Esto es lo que se conoce como el pensamiento mágico infantil. Un tipo de pensamiento más intenso y muchas veces no conectado con la realidad. Así hoy, puede que anticipemos o vivamos con mucha intensidad determinadas situaciones.

Igualmente, podemos empezar a decirnos cosas feas a nosotros mismos y tener unos diálogos internos cargados de cierta crítica.

“Claro, es que no tienes nada que decir, es que no soy interesante, atractivo, ocurrente, qué vergüenza, todos lo van a ver, tengo que hacer algo”. O también podemos decirnos: “son tontos, no saben apreciarme, la gente siempre me ignora, en la vida estoy solo”. Estos diálogos infantiles dejan entrever algo muy importante para nuestra autoestima: las creencias infantiles negativas. Es decir, lo que en su momento creímos que éramos y merecíamos, lo que creíamos que era y hacen los demás y la naturaleza misma de la vida.

He trabajado mucho en el perdón he logrado perdonar a mis agresores, he venido sanando mis emociones desde la espiritualidad que profeso, soy católico, he sido bendecido con el auxilio espiritual de sacerdotes que me han demostrado su cercanía, aprecio y amistad antes, cuando recordaba mi niñez solo podía llorar, no existían recuerdos y emociones de mi familia adoptiva, que me motivaran a ser feliz, me propuse ser orientador y lo logre, estoy convencido que con mi experiencia de haber sido un niño agredido, podre ayudar a otras familias a no repetir esta lamentable situación.

Por último, Dios me permitió en mi vida laboral, haber tenido grandes mujeres como jefas y sobre todo como formadoras, con su ejemplo me ayudaron a comprender que soy valioso, que soy capaz y que solo si yo lo permito, vendrán personas a herirme y maltratarme, renuncié rotundamente a darle permiso a los demás de maltratarme y joderme.     

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