Face
Insta
Youtube
Whats
Martes, 21 Mayo 2024
Suscribase aquí

Siempre me ha gustado aprender sobre el niño interior, es hermoso cuando se nos dice que debemos amarnos y sanarnos desde los recuerdos de nuestra infancia.

Fui adoptado cuando solo tenía cinco días de nacido, mi madre adoptiva me amó, me cuidó y me protegió, no así mi padre adoptivo ni mis hermanos, quienes siempre fueron mis agresores más violentos y crueles. Crecí como miedos y con temores, mi casa era un círculo de violencia. Solo contaba con el amor incondicional de mi madre, que sufría violencia por amarme y cuidarme. Mi padre adoptivo enseñó a mis hermanos adoptivos a odiarme y a golpearme, él nunca aceptó mi adopción.

Mi maestra de Kínder sin preguntarme nada, me llevaba a su casa como medio de protección y me introdujo en esa pedagogía del niño interior que debía ser amado y sanado.

Para poder enfrentarse a estas situaciones de alta carga emocional, los niños necesitan experimentar relaciones de confianza sólidas, comprensivas, estables, amorosas, respetuosas y cariñosas.

Unos vínculos que les protejan y acompañen emocionalmente a enfrentarse a las dificultades naturales de la vida, como responsabilidades, situaciones sociales adversas, nuevos escenarios, cambios, etc.

Pero no todos tenemos el acceso a esas relaciones todo el rato o en el nivel que necesitaríamos.

Por ejemplo, puede que los responsables de cuidarnos (padres, maestros, educadores, etc.), estuviesen ocupados, o preocupados y no quisiéramos molestarlos con nuestras historias. O puede que, ellos mismos, no tuvieran las habilidades emocionales para acompañarnos a resolverlas.

Porque en su propia historia de aprendizaje tampoco las tuvieron. Y en otros casos, puede que fueran ellos mismos los que nos criticaban o exigían. Generalmente desde la buena intención de ayudarnos a crecer, pero con un enfoque inadecuado.

Nuestra mente empieza a funcionar igual que de pequeños. Entonces aparecen las ideas infantiles que teníamos en esos difíciles momentos. También nuestros diálogos internos en su forma y contenido. Así como las creencias negativas inconscientes sobre uno mismo, los demás y la vida.

Por ejemplo, imaginemos que hoy en día estamos en un grupo de amigos y  amigas y notamos que no nos hacen caso. Esta situación puede evocarnos experiencias negativas de integración en grupo. Entonces, el pensamiento puede acelerarse tratando de comprender qué está pasando, qué hemos hecho mal, o por qué no nos atienden.

Y comenzamos a buscar soluciones rápidas y desesperadas para evitar el malestar. Generalmente, los niños en situaciones difíciles tienen pensamientos intensos, negativos, de blanco o negro, o catastrofistas.

Esto es lo que se conoce como el pensamiento mágico infantil. Un tipo de pensamiento más intenso y muchas veces no conectado con la realidad. Así hoy, puede que anticipemos o vivamos con mucha intensidad determinadas situaciones.

Igualmente, podemos empezar a decirnos cosas feas a nosotros mismos y tener unos diálogos internos cargados de cierta crítica.

“Claro, es que no tienes nada que decir, es que no soy interesante, atractivo, ocurrente, qué vergüenza, todos lo van a ver, tengo que hacer algo”. O también podemos decirnos: “son tontos, no saben apreciarme, la gente siempre me ignora, en la vida estoy solo”. Estos diálogos infantiles dejan entrever algo muy importante para nuestra autoestima: las creencias infantiles negativas. Es decir, lo que en su momento creímos que éramos y merecíamos, lo que creíamos que era y hacen los demás y la naturaleza misma de la vida.

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad