A doce años de su partida...
En el mes de octubre de 2010 y corriendo el día 14, la Parroquia San Pablo Apóstol, en Heredia, se llenó de júbilo por tener la gran bendición de Nuestro Señor de poder celebrar el 65° aniversario de vida sacerdotal del Padre Antonio. Y fue justamente en ese mismo mes, quince días después, que cerraba sus ojos para este mundo y los abría para experimentar de manera plena la gloria y el amor de Dios; aquel mismo amor que nunca se cansó de proclamar en el ambón y de reflejar en su vida.
¿Motivo de dolor para quienes lo amamos? Humanamente sí. El hombre que despedíamos no era solo un sacerdote de la comunidad; para muchos de nosotros era, además, un papá, un amigo, un consejero, un apoyo incondicional, y una persona valiente e incansable, testimonio invaluable en el auxilio de los más necesitados. Mas, a pesar de esto, la fe en Jesucristo resucitado nos llevó a creer que aquella gran celebración por el aniversario sacerdotal del Padre Antonio se quedaba corta, en extremo, frente a la celebración en el Cielo por recibir a este hijo de Dios, que aun con la humildad que lo caracterizaba pudo decir “Señor: misión cumplida”.
El Padre Antonio María van Bakel Verdonkschot CM, había nacido en Holanda en el año 1919, el 5 de julio, memoria de San Antonio María Zaccaría (de ahí su nombre). Realizó la primaria con los hermanos de La Salle, y la secundaria en el Seminario Menor diocesano y luego con el Seminario Menor de los Padres Vicentinos, donde posteriormente tuvo su formación sacerdotal hasta su ordenación el 14 de octubre de 1945. A partir de aquí el Padre Antonio se desempeñó en diversos ministerios, en varios países.
Con respecto a su venida a Costa Rica, recuerdo que el Padre me contó que un sacerdote, compañero suyo, fue designado para venir a nuestro país, pero tenía a sus padres muy enfermos y sufría internamente por dejarlos solos, por lo que él se ofreció a venir aquí en su lugar. Así llegó a Costa Rica por primera vez el 2 de julio de 1955. En 1964 fue enviado a Curaçao por nueve años, hasta que le concedieron el “deseo personal” de regresar a “la tierra de los ticos”.
Al llegar de nuevo a nuestro país trabajó en la Universidad Nacional y colaboraba en la Parroquia de Santo Domingo de Heredia. Al pensionarse, el Pbro. José Ángel Durán Guzmán (qdDg), Cura Párroco de San Pablo en ese momento, le solicitó a Mons. Román Arrieta Villalobos, entonces Arzobispo de San José, que nombrara al Padre Antonio como coadjutor de esa Parroquia; así sucedió. Y, por casi treinta años brindó el más grande y, a la vez, humilde servicio a nuestra comunidad. No por nada quisimos que continuara cerca de nosotros y, gracias a la gestión del Pbro. Walter Arce Ulate, nuestro Cura Parróco al momento de su muerte, el cuerpo del Padre Antonio fue sepultado solemnemente en los jardines del Templo.