Había tomado la decisión de no continuar su formación como fraile capuchino menor, se preparaba para anunciar que no viajaría a Honduras para completar el proceso, se sentía descorazonado.
Un día, antes de anunciar la noticia, se recostó a su cama y, entre el sueño y la vigilia, escuchó que alguien tocaba a la puerta, abrían y este decía que él tenía que trabajar para la Iglesia, otro preguntaba: “¿por qué iba a morir crucificado?” y el visitante respondía: “En mi amor él va a ser crucificado”.
Ronald Serrano Sánchez comprendió el mensaje, en su camino no estaba ser fraile franciscano, pero sí servir a la Iglesia, comenzó a hacerlo como laico en su parroquia, como Ministro Extraordinario de la Comunión y con el tiempo descubriría su vocación como Misionero Laico Consagrado.