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Martes, 16 Abril 2024
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“Estamos cumpliendo 50 años de casados y haciendo el viaje de nuestros sueños. Nuestros hijos nos lo regalaron.  Primero llegamos a Italia pues queríamos ir al Vaticano, después vamos para Tierra Santa.  La verdad, aún no nos lo creemos, es la primera vez que viajamos en avión…  Estamos viviendo lo que pensábamos que solo podríamos ver por televisión.  Ayer cuando el papa Francisco recorría la plaza de San Pedro durante la audiencia, nos pellizcábamos para ver si era cierto; y ahora casi lloramos de saber que mañana llegaremos a Jerusalén.”  Así me explicaba una emocionada costarricense el recorrido de su peregrinación, que para ella y su marido se trataba del viaje de sus vidas.

 Relatos similares al de esta pareja los escuché una y otra vez, mientras tuve la bendición de representar a Costa Rica como Embajador ante la Santa Sede.  Fue en ese tiempo cuando descubrí cuales eran los santuarios preferidos de los ticos.  Desde luego que el más importante es la Basílica de la Virgen de los Ángeles en Cartago.  Aproximadamente 2 millones de costarricenses—de los casi 5 millones de personas que viven en nuestro país—visitan este santuario cada 2 de agosto, durante la gran fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles.  Pienso que en cada familia de Costa Rica existe al menos una persona que cada año participa en esta romería para poner sus intenciones, necesidades y anhelos a los pies de “La Negrita”.  No conozco otro santuario en el mundo que sea visitado por alrededor del 40% de la población de un país, en una fiesta religiosa particular.  En términos “per cápita”, la devoción a la Virgen de los Ángeles en Costa Rica suscita, seguramente, una de las peregrinaciones más importantes del mundo.

 Fue precisamente al meditar sobre esta realidad, y luego de caer en cuenta que los costarricenses, además de Cartago, visitan o añoran visitar también el Vaticano y Tierra Santa, que nació, por inspiración del Espíritu Santo, la idea de llevar a la Virgen de los Ángeles a estos santuarios.  Buscaba que todos los compatriotas que hicieran el esfuerzo de viajar al Vaticano o a Tierra Santa fueran recibidos “por una cara conocida”.  A decir verdad, añoraba que La Negrita se convirtiera en nuestra “primera peregrina” fuera de Costa Rica.

 

Cartago: la primera vez

 

Seguramente este sentimiento fue motivado por el recuerdo de la primera vez que participé de la romería a la Basílica de los Ángeles en Cartago.  Nunca olvidaré esta experiencia.  Aunque siempre me ha gustado el deporte, salir desde Heredia no parecía prudente.  Así que, junto a mi hermano y amigos muy cercanos, salimos del parque de San Pedro, en San José.  Durante la caminata recordé varias veces a mi abuelo, don Julio Sánchez, que solía decir que “en camino largo hasta la ‘jeta’ pesa”.  Y no era para menos, aunque se trataba de unos pocos kilómetros, yo cargaba una botella de vidrio de 2 litros llena de agua que mamá, sigilosamente, acomodó en mi bulto.  Ella luego me explicó que su idea era que tuviéramos suficiente agua para aliviar la sed, pero su botella funcionó mejor como una fuerte penitencia.  

 Sin embargo, el cansancio y el dolor de espalada por la botella de mamá se disiparon cuando llegamos a la Basílica en Cartago.  Recuerdo ver a la Madre Celeste y, luego de recorrer de rodillas el trayecto desde la entrada hasta el altar mayor, decirle desde el corazón “aquí estoy, te vine a ver, te amo, y quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mí y por mi familia este año, y pedirte que no nos dejes de socorrer en el año que viene”.  Yo le hablaba y estaba seguro que Ella me escuchaba.  Es eso, esa sensación inigualable de ser acogido y escuchado, lo que quería que sintieran todos los ticos que pudieran visitar el Vaticano y Tierra Santa.  Inspirado por ese recuerdo, comencé a trabajar sin descanso en este alto cometido.

 

El Vaticano: el Papa dijo que sí

 

Con la cúpula de la Basílica de San Pedro en la retina, y repasando los temas por última vez con la entonces Presidenta, Laura Chinchilla, antes de su audiencia con el Papa Francisco, nació la idea.  Aunque el protocolo no lo preveía y podría parecer hasta imprudente, valía la pena intentarlo.  Como quienes se ponen de acuerdo para hacer una travesura, Presidenta y Embajador coincidimos en pedirle al Papa que nos permitiera colocar una imagen de Nuestra Señora de los Ángeles en el Vaticano.  La respuesta del Santo Padre ante la petición que le presentaría la Presidenta era incierta; pero ambos convenimos en que, de ser positiva, sería un gran regalo espiritual para el pueblo católico de Costa Rica.  La imagen de Nuestra Patrona había llegado a la Embajada años atrás cuando, después de una misa en la sede diplomática presidida por Monseñor José Rafael Quirós y en presencia de los funcionarios diplomáticos, la comunidad costarricense en Roma y los sacerdotes del país que en ese momento estudiaban en Italia, esta fue colocada al centro; como guía e intercesora principal de nuestra Embajada de Costa Rica ante la Santa Sede.

 Pasada la audiencia con el Papa Francisco, ya en el automóvil y sonrisa a flor de piel la Presidenta habló, “¡El Papa dijo que sí!”, me dijo emocionada.  Cómplices de aquel atrevimiento, ambos queríamos comentárselo a todos, pero no convenía.  Primero había, según la misma recomendación del Santo Padre, que hacer varias gestiones de coordinación dentro del Vaticano para llevar adelante el proyecto.  La Presidenta me encomendó esa tarea.  Gracias al apoyo en pleno de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, a la disposición del Gobernador del Vaticano, el Cardenal Giuseppe Bertello, y del Arcipreste de la Basílica de San Pedro y Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, el Cardenal Angelo Comastri, al arte de don Antonio (qdDg) y Fernando Soto del Valle (“los orfebres de la Virgen de los Ángeles”), a la colaboración del Padre Jorge Eddy Solórzano (en ese momento Rector del Santuario Nacional de la Virgen de los Ángeles), y a la generosidad de don Javier Quirós y su familia; cuatro meses después, llenos de alegría, pudimos dar oficialmente la noticia. 

 Así las cosas, Nuestra Negrita de los Ángeles, la Patrona de Costa Rica por Decreto III de la Asamblea Constituyente del 23 de setiembre de 1824, fue entronizada en la Parroquia Pontificia de Santa Ana (la parroquia del Papa, que además de ser única en el Vaticano, tiene acceso directo para los peregrinos que la deseen visitar), a las 9:00 am el 26 de abril del 2014; un día antes de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, este último por un milagro operado por intercesión suya a una mujer costarricense, doña Floribeth Mora.  Ella, junto a su familia y a cientos de costarricenses que viajaron o que estábamos en Roma para la ocasión, participamos de la ceremonia de entronización y de la Santa Eucaristía que le prosiguió. 

 Ambas ceremonias fueron presididas por el Cardenal Angelo Comastri, Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, y concelebraron junto a él Monseñor Hugo Barrantes (en ese momento Arzobispo de San José), Monseñor José Francisco Ulloa (en ese momento Obispo Diocesano de Cartago) y Monseñor José Rafael Quirós (en ese momento Obispo Diocesano de Limón y actualmente Arzobispo de San José).  Mes y medio después de este histórico evento, el propio Cardenal Comastri decretó que cada 26 de abril se celebre en la Parroquia Pontificia de Santa Ana la fiesta de la Virgen de los Ángeles, en recuerdo de la fecha de la entronización de la imagen de la Patrona de Costa Rica (ver Anexo 1).  Debo decir con satisfacción que constantemente recibo fotos de costarricenses que visitan la imagen de la Negrita en el Vaticano.  Es difícil prevenir que alguna lágrima asome al verla.  Esto lo digo por todos los relatos que me han llegado y, sobre todo, por experiencia propia.

 Sin duda el 26 de abril del 2014 se escribió una página dorada en las memorias de nuestra Patrona.  A partir de ese día, la Basílica de la Virgen de los Ángeles en Cartago y la Parroquia Pontificia de Santa Ana en el Vaticano, están unidas por un puente de amor maternal por el que muchos compatriotas transitan en peregrinación para poner sus intenciones a los pies de nuestra Madre Celeste.  Así, por medio de Ella Costa Rica entró en el corazón del Vaticano, un Estado amigo que con este acto ratificó nuestras excelentes relaciones diplomáticas.  La buena noticia de la Presidenta Chinchilla aquella mañana de noviembre del 2013 me alegró muchísimo, pero no me sorprendió.  El Papa y la Santa Sede “han dicho que sí” a Costa Rica constantemente desde hace ya mucho tiempo.

 

Nazaret: completar el triángulo de amor

 

Lo positivo de esta experiencia en la Santa Sede me llevó a poner los ojos en Tierra Santa.  De nuevo, luego de varios meses de gestiones, y gracias a la colaboración de nuestra Embajada ante el Estado de Israel, de Monseñor José Francisco Ulloa (Obispo emérito de la Diócesis de Cartago), de doña Sylvia Laks (artista a quien se le asignó el trabajo) y de muchas personas que desinteresadamente ayudaron a sacar el proyecto adelante, particularmente de doña Olga Cozza de Picado y don Jorge Garro, se lograron obtener los fondos para elaborar la obra, todos los permisos para el traslado e ingreso a Israel del mosaico, y un espacio privilegiado para colocar a Nuestra Señora de los Ángeles en la Basílica de la Anunciación en Nazaret.

 En los muros de esta Basílica, uno de los principales santuarios marianos del mundo y testigo silente del “sí” de María, se ubican mosaicos de distintas advocaciones marianas, muchas de ellas patronas de varios países.  No obstante, el mosaico de la Patrona de Costa Rica, de la Virgen de los Ángeles, estaba ausente.  Esto lo constaté personalmente años atrás (en el año 2009), cuando tuve la bendición de visitar Tierra Santa por primera vez.  Recuerdo el vacío que sentí en el corazón al no ubicar el mosaico de la Negrita en ningún lado, aunque en alguna medida se mitigó al encontrar por casualidad, aunque un poco “escondida”, una imagen de Nuestra Señora de los Ángeles (sin resplandor), en la sacristía del templo.

 Así las cosas, a principios del 2015 se echó a andar el proyecto.  Este se concretó el 8 de febrero del 2016, cuando el mosaico de la Virgen de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, fue colocado en los muros de la Basílica de la Anunciación en Nazaret; específicamente en los jardines del santuario, en el trayecto entre la Basílica y el Taller de San José.  Para ello se organizó una peregrinación de más de 50 devotos costarricenses, guiada por Monseñor José Francisco Ulloa.  El recorrido comenzó con una Eucaristía de envío en la Basílica de la Virgen de los Ángeles en Cartago.  Los peregrinos después viajaron a Roma y el Vaticano, donde—entre otros—visitaron la imagen de la Virgen de los Ángeles entronizada en la Parroquia Pontificia de Santa Ana, en el marco de una misa solemne.  La última etapa de la peregrinación fue Tierra Santa, donde mi esposa Milagro y yo nos unimos al grupo.  La colocación del mosaico de la Virgen de los Ángeles en la Basílica de Nazaret luego de celebrar la Santa Eucaristía presidida por Monseñor Ulloa, fue el inicio del periplo del grupo a los lugares santos.  Tal como sucedió en abril del 2014 en el Vaticano, el histórico evento, ahora en febrero del 2016 en Israel, tuvo una amplia cobertura de prensa tanto local como internacional, e hizo vibrar las fibras espirituales de una nación eminentemente mariana.

 Debo confesar que la nostalgia que sentía al despedirme de Tierra Santa y tomar el avión de regreso a Costa Rica, fue rápidamente atenuada por la enorme satisfacción de haber podido completar el proyecto que el Espíritu Santo había puesto en mi corazón años atrás, cuando me detuve a escuchar el relato emocionado de la pareja de esposos de nuestro país que visitaban por primera vez sus santuarios soñados.  Con ello se logró colocar a la Virgen de los Ángeles en los sitios de peregrinación preferidos por los costarricenses, y completar así un itinerario espiritual que permite a los ticos encontrar a su Patrona en los tres santuarios que más mueven su fe.

 

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